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‘Instalaciones y representaciones’: un laboratorio en Santa Marta para explorar el espacio

Con el contexto histórico de esta ciudad se llevó a cabo este laboratorio pensado en reconocer la espacialidad personal y territorial como elementos fundamentales en la instalación.

En el laboratorio Instalaciones y representaciones se efectuaron ejercicios puntuales y conceptuales para superar la imaginación o especulación sobre el espacio y los objetos que lo habitan. /Cortesía
En el laboratorio ‘Instalaciones y representaciones’ se efectuaron ejercicios puntuales y conceptuales para superar la imaginación o especulación sobre el espacio y los objetos que lo habitan. /Cortesíabo.

Con una muestra colectiva en la que cada artista participa de acuerdo con su trabajo y punto de vista, finalizó en Santa Marta el laboratorio de investigación y creación ‘Instalaciones y representaciones’, liderado por el área de Formación, de Artes Visuales, del Ministerio de Cultura.

El objetivo fue abordar la experiencia y el pensamiento creativo para reconocer la

espacialidad personal y territorial, y reflexionar en torno a la relación de estos elementos con la instalación.

Los participantes fueron graduados de licenciatura en artes que asistieron a los talleres teóricos y prácticos que se llevaron a cabo en el claustro San Juan Nepomuceno, de la Universidad de Magdalena. Estos fueron liderados por los artistas Samuel Lasso, Leyla Cárdenas y Laura Wiesner.


Durante los primeros días la conversación giró en la idea de paisaje en el arte, un concepto que está pensado desde Occidente desde el Renacimiento. Así mismo, fue clave tener

presente el contexto histórico de Santa Marta, una de las ciudades más antiguas de Suramérica que comparte el imaginario del Caribe y de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada, además de ser lugar vacacional.


Para Lasso, “esa forma de concebir la naturaleza es corta respecto a culturas indígenas,

afroamericanas o campesinas”, así que planteó un taller sobre representación e instalación que “replantea” la palabra paisaje, con el fin de “pensar un paisaje que realmente sea nuestro, sobre todo en una ciudad como Santa Marta, atravesada por culturas indígenas, el modernismo y el turismo que, además por ser periférica, tiene poca provisiones de materiales como el carbón o la arcilla (fundamentales para las artes)”.


Para reforzar el acercamiento con el paisaje y el territorio, se planteó entonces una salida en la que recogieron objetos ‘típicos’ o ‘característicos’ que fueran útiles para contar una narrativa ficcional.


Para sorpresa de los talleristas, lo recolectado y seleccionado fue basura. En respuesta a eso, las narrativas de ficción que se gestaron estuvieron ligadas a los futuros apocalípticos en los que, por ejemplo, los árboles mutaron hasta el punto de convertirse en palos de

escoba con bolsas plásticas en vez de hojas. Otros aprendices hablaron sobre la mutación de los objetos, como la roca que se transformó en celular.


Estas narrativas ficcionales dejaron fueron colgadas en una instalación colectiva.

En estos primeros acercamientos entre los artículos y el espacio fue fundamental la presencia de objetos que resuenan, como los metales, porque “la resonancia demuestra que no es lo mismo una maleta ubicada en la entrada de un apartamento o una maleta guardada en el clóset. Una habla de un viaje o una partida, la otra de un momento estático. Así es como uno entiende la importancia de la disposición de los objetos y el diálogo que tienen con el espacio”, recalca Lasso.


También hubo ejercicios puntuales y conceptuales para superar la imaginación o especulación sobre el espacio y los objetos que están en éste, un módulo trabajado por Laura Weisner, quien entiende “el cuerpo como el primer espacio que habitamos”. Por eso, aunque el trabajo final tenía como protagonista la maqueta, ella planteó ejercicios de entendimiento del espacio desde el cuerpo (manos, coreografía) que posibilitan modificar y entender de otra manera la circulación en el espacio.


Jahirtom Beltrán, uno de los participantes, comenta que el laboratorio le ayudó a “comprender y a percibir desde otras perspectivas el uso del espacio como medio de creación. En el transcurso de los talleres teníamos una tarea principal que era realizar una maqueta con una propuesta de instalación en una caja planteada como lugar de exposición; y mi ejercicio fue intervenir, simulando un piso realizado en baldosas de carbón vegetal, las cuatro paredes que simulan un paisaje a lo largo de la Ciénaga Grande de Santa Marta”.


Parte del éxito del laboratorio ‘Instalaciones y representaciones’ fue reconocer el trabajo de los artistas locales y entender el contexto típico del territorio; y entre los aprendizajes que se destacan, aparte de los temas objetivos como entender el espacio como materia de trabajo, fue el concebir el arte desde otra perspectiva y aceptar el entorno y los recursos existentes como materiales suficientes de creación.


Paulo Licona, laboratorista, concluye que “uno no puede pretender que llega a enseñar. Para mí fue muy importante tomar distancia de mí mismo para poder entender lo que ellos esperaban y querían… a veces uno cree que tiene el conocimiento y la cosa no es tan así. Es fundamental entender los cambios de época, de procesos y contextos para ofrecer un laboratorio lo más generoso posible”.


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