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Alfredo Jaar: 'Mi optimismo está en la voluntad'

  • Foto del escritor: Diego Guerrero
    Diego Guerrero
  • hace 11 horas
  • 6 Min. de lectura
Alfredo Jaar pasó por Bogotá en la Bienal Internacional de Arte y Ciudad de Bogotá BOG25. Estuvo en una de las conversaciones de un evento cuyo tema central –‘Ensayos sobre la felicidad’ fue inspirado por una de sus obras más icónicas: Estudios sobre la felicidad. ARTERIA habló con él.

Entrevista a Alfredo Jarr por Diego Guerrero
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Corrían los oscuros finales de los 70 en Chile, cuando Alfredo Jaar, entonces un joven que había estudiado cine y arquitectura, se hartó de padecer en silencio la dictadura de Augusto Pinochet y decidió jugarse (el pellejo) y con una cámara de cine salió a Santiago a preguntar ¿Es usted feliz?


En ese tiempo, el mundo cultural santiagueño se dividía entre quienes proponían no hacer arte porque el régimen seguramente lo aprovecharía a su favor, y aquellos que sostenían que callarse era peor y que los artistas tenían el deber de expresar lo que las personas en el día a día decían en voz baja pero no podían expresar, so pena de ser perseguidos –y, generalmente, alcanzadas– por la dictadura.


Hoy Jaar vive en Nueva York y es mundialmente reconocido por sus instalaciones que cuestionan el desequilibrio económico global, mediante piezas que apuntan al  pensamiento y discurso dominante, y se ponen a favor de los que no tienen techo, los olvidados del sistema capitalista y de pueblos que han sufrido masacres y genocidios.


Cómo está el mundo, tema no le falta para hacer sus obras que han estado en varios de los más importantes museos del planeta. Para haber sido tan combativo es un hombre que proyecta tranquilidad. Un tipo normal con cara de padre de familia. De hecho es el papá del productor musical de electrónica Nicolás Jaar , tema que surgió en la charla, solo para decir que, hoy en día, muchos se refieren a él como “el papá de Nicolás”.


La obra de Jaar no es ajena a los bogotanos que ya en 2017 vieron como otra propuesta suya estuvo en la torre Colpatria: A logo for América.  La obra, que ya es un clásico presentada desde Times Square a Piccadilly Circus, cuestiona el imperialismo de EE. UU. país que se hace llamar América, lo que desconoce que es el nombre de todo el continente.


Y así como contundentes son sus imágenes, cuando abre la boca es arrollador.

Un par de preguntas fueron suficientes para que desarrollara una idea que –nada raro- muchos dicen en voz baja pero pocos en voz alta. Y la primera pregunta era inevitable:


–¿Es usted feliz?

–Estamos pasando por momentos increíblemente oscuros. Yo, que vi la dictadura de Pinochet, nunca pensé que las cosas podrían estar aún peor, 30 o 40 años después de esa experiencia en Chile.


El orden mundial ha colapsado completamente. Todas las instituciones que el mundo creó después del Holocausto para regularizar, para crear un sistema de justicia en el mundo, han sido absolutamente destruidas por gobiernos fascistas alrededor del mundo.


Las Naciones Unidas ya no tienen sentido. La Corte Penal Internacional no tiene sentido, la Corte Internacional de Justicia ya no tiene sentido. Todas las declaraciones, todos los mandatos están siendo ignorados. Estamos viendo un genocidio en vivo, y los que reaccionan están siendo castigados.


La convención contra el genocidio exige a los países que firmaron esta convención —que fueron todos los países del mundo— reaccionar e intentar parar el genocidio. El único país que lo ha hecho es un país pobre que se llama Yemen. Es el único que ha tratado de pararlo, y Estados Unidos los ha castigado bombardeando.


Así como castiga el Estado de Israel al único país que ha seguido la ley que exige que paremos este genocidio. Y cuando la Corte Penal declara un mandato de arrestar a los criminales responsables de genocidio, ¿qué hace Estados Unidos? Los invita a hablar al Congreso de Estados Unidos y castiga a los jueces de la Corte Penal Internacional.


Alfredo Jaar /Ilustración- ARTERIA

Ese es el mundo en el cual vivimos hoy. Estamos hablando de un solo conflicto; hay una docena de conflictos ignorados por el mundo entero, donde no hay ley, no hay justicia, no hay dignidad.


Los medios de comunicación demuestran una docilidad obscena con respecto a esto y no cuestionan, no critican, porque necesitan acceso a estos políticos; por lo tanto, no dicen nada o esconden la realidad que se está viviendo. Entonces, ¿cómo se puede ser feliz en el mundo en el cual vivimos?


Tras la respuesta uno queda como… no hay mucho más qué decir, porque hablar de su obra resultaría casi banal… sin embargo el tema de la felicidad que él propuso un día como disculpa para cuestionar un sistema represivo, sigue siendo vigente.  Y la BOG25 la usa como centro de una exposición que aspira a que la gente piense –así sea por un momento– se cuestione si es feliz.


–Usted hizo la pregunta sobre la felicidad en un momento en que tampoco eran felices. Pero ¿será que en ese tiempo el concepto de la felicidad era más simple, más sencillo?

–No existían las redes sociales, no existía el internet, aún no ocurría el colapso de la ley internacional. Por lo tanto, la felicidad sí tenía un parámetro muy claro de qué significaba ser feliz.


Hoy día es imposible ser feliz, ni siquiera personalmente. Es que no vivimos en una burbuja; vivimos en el mundo, rodeados de seres humanos y, aunque tengamos el privilegio de tener ciertas comodidades materiales o espirituales, no podemos ignorar el contexto en el cual vivimos. Por lo tanto, no es posible para mí pensar en la felicidad en el mundo en el cual vivimos.


–En un momento en que era muy joven decidió no callar y se expresó como artista. Pero ha corrido mucha agua debajo del puente y hoy, ¿qué sentido tiene para usted seguir adelante ya con la manera en que ve el mundo?


–Bueno, en ese sentido yo soy gramsciano, es decir, sigo los pensamientos de Antonio Gramsci, que fue el fundador del Partido Comunista en Italia y creó un periódico extraordinario que se llama El Orden Nuevo. Él pasó 27 años en la cárcel de Mussolini y, a pesar de estar en la cárcel, escribió un libro magnífico que se llama Escritos desde la Cárcel, que fue uno de los fundamentos que utilizaba la resistencia en Chile durante la dictadura.


En un momento, a Gramsci le preguntaron cómo se sentía, cuál era su estado de ánimo, y él dijo: "Estoy muy pesimista con mi intelecto, pero estoy muy optimista con mi voluntad". Cuando descubrí ese texto magnífico, hace mucho tiempo, me identifiqué con él.


Y desde entonces, mi pesimismo no hace nada más que aumentar, crecer, por todo lo que está ocurriendo alrededor mío y del mundo, pero lo que me permite seguir avanzando, seguir creando, seguir resistiendo, es que mi optimismo —o sea, mi voluntad— es aún óptima. Entonces, es el optimismo de mi voluntad el motor, la energía que me permite seguir avanzando.


–Hoy en día ha pasado de ser un  chico que hacía el experimento en una calle a ver qué pasaba, a marcar precedentes en el arte, lo que usted dice se escucha ¿Cómo lo ha cambiado eso a usted en su vida y, por otro lado, usted a mencionado a Doris Salcedo y Beatriz González como dos artistas cuya obra es muy importante?


–Bueno, hice este homenaje a Doris y a Beatriz porque no estoy solo. Y tengo suerte de no estar solo; hay mucha gente persistiendo igual que yo. Es un honor ser un referente; no estoy seguro que sea un referente, pero si lo soy, es un gran honor y también es una gran responsabilidad.


Y por lo tanto, la tarea de resistir se me hace aún más difícil, más compleja, porque si se utilizan mis palabras o mis gestos o mis proyectos como referencia, entonces mi responsabilidad es enorme. Pero al mismo tiempo yo creo en las nuevas generaciones, que son las que van a lograr cambiar este mundo.


Yo tengo una obra basada en un texto de Kenzaburo Oe, que es un gran escritor japonés que recibió el Premio Nobel de literatura (1994), y es un libro que se llama Teach Us to all Grow our Madness, que se traduciría como "Enséñanos a superar nuestra locura".


En este texto (son cuatro novelas cortas) él se dirige a su hijo, y le pide perdón por el estado del mundo, porque Kenzaburo Oe era de la generación que vivió la guerra, que vivió el impacto de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, y él se sentía culpable de que su generación había fallado. Él le hablaba a su hijo en este libro extraordinario diciéndole: "Enséñame", a él y a su generación, "enséñame a superar mi locura".


Entonces, cuando yo trabajo con las nuevas generaciones, trato de compartir mi experiencia, lo que he aprendido, pero yo aprendo muchísimo de ellos, y creo mucho en ellos. Y en el fondo, compartir con ellos es un grito desesperado de decirles: "Por favor, enséñenme, enséñenme a superar la locura en la cual estamos viviendo".


–Y si esto es así, pues tan oscuro ¿cómo se levanta todos los días?

–Por la fórmula que te acabo de dar: que mi optimismo está en mi voluntad, y necesito esa voluntad optimista porque si no, me pegaría un tiro.

Diego Guerrero Editor

 

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