Miler Lagos y la historia de un olivo de 1.800 años que sirvió como matriz para grabados de su exposición ‘Getsemaní’, en Madrid
- Diego Guerrero
- 8 jun
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Actualizado: 9 jun
Para su más reciente exposición en Madrid, 'Getsemaní', Miler Lagos grabó en Madrid con el tronco de un olivo de más de dos metros de diámetro. El árbol fue sembrado en Italia hace 1.800 años y llevado a Sevilla, donde murió. El papel y las impresiones previas fueron hechos en el taller de impresión Arte Dos Gráfico, en la Sabana de Bogotá.

DIEGO GUERRERO
EDITOR
ARTERIA
Miler Lagos (1973) compra unas libras de carne en una carnicería cercana al barrio San Felipe, en Bogotá, y llega feliz a su taller. Este se ubica en una casa grande de mediados del siglo pasado, a unas cuadras de la carnicería. En algunas de sus paredes se nota el paso del tiempo y, probablemente, no tardará en ser derribado para dar paso a un edificio.
¿Y estas libras de carne para asar qué tienen que ver con el arte de un hombre que para muchos es uno de los artistas colombianos con una de las obras más poderosas de su generación? Todo: es sábado y Lagos hace una celebración con los que trabajaron con él para la exposición 'Getsemaní', abierta en la galería Max Estrella, de Madrid. En la mesa larga, junto a un asado humeante, están él y varios de sus colaboradores que laboraron durante meses.
Hay alegría. Celebran haber realizado la segunda exposición en solitario en esa galería que representa a más de veinte artistas y con la que trabaja hace 11 años –según recuerda–. Lagos está alegre, pero calmado. No es del tipo que va a los extremos –dicen– y no lo parece. Ni siquiera en la mesa es el centro; más bien, él atiende.
No hay aceite de oliva, lo que resulta un poco curioso para un almuerzo que celebra una exposición cuyo nombre (proveniente del arameo) significa “prensa de aceite” y se refiere, específicamente, a las que se usaban en el Medio Oriente para triturar las aceitunas y extraer su aceite.
La perseverancia del que cree
Han pasado casi veinte años desde que Miler Lagos compartió un espacio con artistas de su generación en la sección Artecámara de Artbo, en 2006. Exhibía una obra que, si no icónica, por lo menos sí es muy recordada: Levedad insoportable, compuesta por una serie de globos en gris, rojo, negro y amarillo, con formas de corazón de enamorados y de estrella, como los que se entregan en las fiestas de cumpleaños, instalados en el piso con su varita delgada de acero.
Recuerdo que, cuando los vi, me pregunté si poner unos globitos de piñata en una feria de arte no era ya demasiada licencia artística… hasta que los toqué y me di cuenta de su peso.
Repletos de concreto, los globos pesaban más que mi remordimiento por juzgar a priori, pero al mismo tiempo, tal vez por la costumbre de mi cerebro, esos falsos globos parecían conservar, precisamente, su levedad… insoportable.
Doce años después, personas de todas las edades hacían fila en Artbo para mojarse en su obra Rainmaker (hacedores de lluvia), una suerte de molino o de rueda de hámster gigante hecho en madera y metal, dentro de la que las personas caminaban y la, hacían girar. En su parte baja se mojaba en un espejo de agua que caía luego en forma de lluvia sobre los caminantes. Ya un año antes la había presentado en Örebro (Suecia), donde los nórdicos se mojaron al aire libre.
Pero lo de su exposición en Max Estrella nada tiene que ver con estos dos temas. Si hubiera que intentar relacionarla con alguna de sus obras, sería más fácil hacerlo con la serie ‘Cimiento’, una impresión del grabado Melancolía, de Durero, en 5.000 hojas recortadas en forma de un tronco talado (ello sin dejar de recordar que la obra de Lagos ha estado ligada a los árboles).
Pero la relación con 'Cimiento' es solo visual, porque el tema de 'Getsemaní' es totalmente diferente y las ‘peripecias’ para su realización, muy distintas.
En esta ocasión, Lagos usó como matriz de grabado el tronco de un olivo de dos metros de diámetro, sembrado en Italia hace 1.800 años y llevado a Sevilla, donde murió.
Lo hizo en papel hecho a mano en el taller de impresión Arte Dos Gráfico, en Bogotá. Aparte de las impresiones previas, los grabados los hizo en Madrid.
Un olivo para imprimir 'Getsemaní'

“El árbol estaba en Calabria, al sur de Italia –cuenta Lagos–. En esas cosas del ego humano, hay objetos que terminan convirtiéndose en trofeos, como un tapete con la piel de un león. Esas son muestras de la ambición del ego y de la capacidad de hacer, de tener el recurso económico para lograrlo.
En España empezaron a mover árboles milenarios que fueron sembrados tal vez durante el Imperio Romano: árboles de 3.000 años, de dos mil y pico, y empezaron a desplazarlos a lugares públicos, centros comerciales o a la hacienda de algún millonario. Se convertían en bonsái gigantes. Los recortaban de tal manera que su tronco, tan robusto, hablaba de su antigüedad”.
Según opina, para los dueños era una manera de sentirse poderosos: “Es como ese anhelo del humano de vivir eternamente, y lo más cercano a esa experiencia sería estar al lado del que ha vivido mucho más que el mismo ser humano”, comenta.
Con el tiempo, la ley española prohibió el traslado de esos árboles. “La ley por fin los protegió y, hoy en día, hay rutas que se pueden caminar al sur de España, donde hay árboles de tres mil y pico de años que todavía dan frutos. Pero, sobre todo, su belleza radica en su vejez, en las arrugas, en el diámetro que alcanza", comenta.
Cuando lo invitaron a la exposición en Madrid, Alberto de Juan, el director de la galería Max Estrella, le propuso hacer algo basado en ‘La Reserva’, una exposición presentada en Uniandinos, en Bogotá, que hablaba de los recursos naturales como una riqueza compartida entre la naturaleza misma y los seres humanos.
“Al mismo tiempo, ‘La Reserva’ hacía referencia al grabado, a la gráfica, porque me hacía pensar en la Reserva Federal de Estados Unidos que imprime billetes con la prensa de grabado.
"Con la misma técnica del grabador se imprimen en pequeños formatos que terminan siendo un papel de cambio, una moneda, y con eso estabilizan o dinamizan la economía de una nación o del mundo”.
Por eso, en España buscó un árbol representativo para Europa que estuviera cargado de simbolismo, de historia y de referencias. Y allí entendió que ese árbol era el olivo.
“Produce las aceitunas, que son la fuente para extraer el aceite. Ese aceite tenía una riqueza al comienzo por sus cualidades muy especiales. Era lo que su entorno les podía ofrecer. "El origen del olivo está en Oriente Medio. Los fenicios, quienes tenían cedros con los que construyeron embarcaciones, comercializaban el aceite de oliva”.

Lagos buscó dónde había olivos hasta que supo que una persona rica al sur de España, ante la imposibilidad de conseguir un árbol milenario en su propio país, fue a Italia, donde no existe la restricción de trasplantar árboles con esas edades, y consiguió uno de 1.800 años y lo trasladó a su país.
“Hace dos años el árbol murió, no se adaptó –cuenta Lagos–. Entonces lo que hizo el propietario fue negociarlo con un aserradero que vende fragmentos de árboles”. Lo encontró gracias a Laura Vargas, una amiga colombiana experta en arte colonial y excompañera de la universidad, que vive en Sevilla.
“Encontramos el tronco: la base del árbol y un fragmento del tronco. Por supuesto, muy costoso, porque la idea que respaldaba su valor era su antigüedad. "Estaba en fragmentos, pero para lo que yo quería era perfecto, porque no necesitaba que estuviera completo, sino que se viera la antigüedad. La galería negoció, me enviaron las dimensiones y de ahí arrancó el proyecto, dos meses antes de la exposición”.
¿Para qué las dimensiones? Para decirlo claramente, porque Lagos quería usar el árbol de 1.800 años como una matriz de grabado para crear intaglios de 2,20 por 2,20 metros.
“Al principio del proyecto, no sabía que iba a ser un árbol de ese tamaño –recuerda–. Yo me imaginaba un árbol de metro y medio. Ya habíamos hecho algo en Uniandinos con uno de aquí, del barrio Rosales, que tumbaron para construir un edificio. Su base tenía 1,40 metros de diámetro”.
El tamaño del tronco importa porque mientras más grande, más ha vivido. “Era un aspecto que encuentro vinculado al formato y es la relación del tiempo, la evidencia del paso del tiempo.
"Los árboles, que son un tema frecuente en mi trabajo, han sido como un arquetipo que ha estado ahí más de una década. El árbol, de alguna manera, es un observador y cada anillo de su estructura archiva información a nivel químico de lo que aconteció en su entorno”.
Cuántas cosas habría ‘visto’ el olivo de 1.800 años que iba a ser el que, después de muerto, le propiciara su obra… si él y su equipo junto con el de Arte Dos Gráfico eran capaces de hacer, por lo menos, un prototipo en Colombia, un tema que fue toda una aventura, por decir lo menos.
Hacer el papel de más de dos metros y los grabados iniciales requirieron la coordinación de media docena de personas que iban de aquí para allá cargando el papel y luego los tipos de impresión, las tintas y la mezcla con aceite de oliva, por supuesto.
Para cuando estuvo terminado, Lagos ya tenía el nombre de la exposición. “Investigando sobre la historia del olivo y posibles referencias históricas, encontré la palabra 'Getsemaní', que había oído por esta tradición cristiana que tenemos, pues es el lugar donde traicionan a Jesús y lo entregaron a los romanos: el Monte de los Olivos.
"Cuando busqué qué quería decir 'getsemaní', me di cuenta de que era un término técnico que se refería a la máquina que extrae el líquido a las aceitunas... es la prensa de aceite.
"Esa palabra es muy bonita –pensé–, porque la prensa habla del grabado, del mismo ejercicio del periodismo con la prensa... La idea de pensar, de grabar, de registrar, de consignar la memoria en un archivo histórico está amarrada a la palabra prensa, y creo que en todo el tema de la comunicación, la prensa es una palabra que está ahí”.
Como la exposición abría justo en la Semana de Pascua, en la galería observaron la referencia obvia al cristianismo. "Para mí, podría ser una coincidencia interesante porque, por un lado, a la palabra se le quita ese misticismo que la vincula a lo bíblico, pero, por otro lado, sí, de alguna manera, hay algo místico que mira al sacrificio, el sacrificio de la naturaleza.
“En este caso, es un árbol milenario que precisamente se vinculó también a lo sagrado en el ejercicio de ungir a los elegidos, de ungir a la realeza. Este era uno de los aceites que se utilizaban para esa tarea de decir que alguien es especial o que pertenece a un grupo especial o que está señalado por Dios. Entonces, de alguna manera el Mesías tiene eso, es el ungido”.
De ahí la idea de que para grabar utilizara aceite de oliva. “Si yo ungía el mismo tronco con su propio aceite y lo imprimía en un papel, iba a quedar en un intaglio hecho con algo que está vinculado un poco a los materiales de la pintura, pero, en este caso, con aceite de oliva”, explica Lagos.
Miler Lagos y su 'Getsemaní' en Madrid
En Colombia, el equipo había hecho grabados usando la silueta del tronco, ubicando nombres de lugares de Europa, pues al desplegar la forma del dibujo quedaba –según el artista– una suerte de mapa del Mediterráneo.
Ya en España, Lagos trabajó en Espacio Amazonas, que dirigen dos colombianas y una argentina. “Allí preparamos las superficies con hojilla de oro, de plata, de cobre, bronce y limaduras de los mismos materiales y hierro, porque todo el desarrollo tecnológico siempre estuvo muy vinculado al uso de los metales. Esos mismos materiales se usaron para fabricar las herramientas con las que se puede aserrar, cortar”, explica Lagos.
Y agrega: "Era como un encuentro entre el hierro, el metal -que le quita la vida al árbol- y la madera y, luego, cómo ese mismo papel que viene del árbol se podría convertir en una moneda”. Cada grabado lleva el nombre de una antigua moneda fenicia, porque los fenicios acuñaban sus propias monedas en distintos lugares –recuerda–.
“Esas monedas venían con aleaciones de plata y bronce, de hierro, que con el tiempo terminaron oxidadas. Entonces las que hay hoy en día tienen la apariencia de estos grabados que hicimos de oxidaciones verdes, cafés… Y es una manera de conectarlo con eso que está sucediendo espontáneamente con una técnica de grabado a partir de la oxidación del material”.
No deja de tener cierta poética que un olivo que nació hace 1.800 años haya servido para recordar el recorrido de su especie y la importancia que ha tenido para la nuestra en una relación en la que, como dice Lagos, “ha sido moneda de cambio, reserva sagrada, símbolo de riqueza y paz”.
De regreso
"En el patio huele a carne y se oye esa combinación de música que normalmente se escucha en una reunión de colombianos. Miler Lagos quiere ir a compartir con su gente. Pero antes, alcanzo a preguntar: "Has expuesto en distintos lugares de Europa, de Estados Unidos, en eso que todavía llamamos "Primer Mundo". ¿Qué significa exponer afuera en un mundo que está cambiando tanto?".
"Siento que mis raíces son colombianas —dice—. Sin embargo, la idea del extranjero siempre va a estar ahí. Hay personas que logran adaptarse a eso, sentirse parte de otro contexto.
"Mostrar mi trabajo ha sido un proceso largo en el que, aunque me he sentido cómodo, siento que me faltan cosas cuando estoy afuera, porque yo salgo aquí, en Bogotá, y lo que otros ven como subdesarrollo, a mí me parece una situación supercómoda.
"Y es que yo llego a la esquina y tengo un soldador; a la vuelta hay una carnicería; voy a la parte de atrás y hay un carpintero. Voy a dos cuadras y tengo un supermercado... Como que ese subdesarrollo hace que tengamos a la mano muchas herramientas, mientras que en el desarrollo las cosas se normatizan tanto que entran dentro de una lógica que ya no es tan asequible.
Si uno tiene que adaptarse a ese tipo de orden, de conductos, de metodología, de protocolos, pues puede que funcionen bien, pero no al ritmo que me gusta. En mi caso, siento la necesidad de encontrar lugares en los que todavía me pueda mover y resolver las cosas. Entonces, siento alegría de poder llegar a otras latitudes, poder mostrar mi trabajo.
De alguna manera, la metodología de trabajo que tengo es construir en cada lugar. ¿Qué de colombiano hay en eso? Pues hay mucho, y es precisamente esa manera de resolver las cosas, de imaginarse las cosas. Mejor dicho, sin quererlo, sí llevo unas "gafas" puestas, que son las "gafas" de un colombiano.
Entonces, ese filtro me hace ver otras culturas, pero desde mi percepción, desde lo que yo pienso, creo, me imagino. Me gusta tener visibilidad afuera, tener un pie afuera, pero tener mis raíces en Colombia."