Curar la ciudad: lo local y lo global en debate durante la BOG25
- Diego Guerrero
- 1 nov
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En el auditorio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano cinco curadoras de España y Colombia se reunieron para reflexionar sobre las relaciones entre arte, territorio y poder cultural, durante el simposio internacional ‘La ciudad, el arte y la felicidad’, de la BOG25.

La mesa redonda, titulada ‘Tensiones entre lo local y lo internacional en las curadurías de ciudad’, hizo parte del simposio internacional ‘La ciudad, el arte y la felicidad’, un espacio dedicado a pensar el papel del arte y la curaduría en la construcción de ciudades justas y habitables.
El encuentro reunió a Blanca de la Torre, Tania Pardo e Imma Prieto, de España, y a Carolina Cerón y Ximena Gama, de Colombia. Ellas compartieron sus perspectivas sobre cómo las ciudades se convierten en escenarios de mediación cultural y simbólica.
Desde distintas experiencias y perspectivas coincidieron en que los eventos artísticos de gran escala, como las bienales, plantean la necesidad de revisar las dinámicas de legitimación y las relaciones entre lo local y lo global.
La pregunta central fue “¿para quién y desde dónde se organizan las bienales de arte?”. La curadora y docente colombiana Carolina Cerón abrió el diálogo señalando el contexto actual del país, donde coinciden dos bienales de ciudad —Bogotá y Medellín (también en algunos municipios de Antioquia)— y un Salón Nacional de Artistas situado en el Cauca.
“Esto plantea una pregunta urgente: ¿cómo se articula la mirada de una bienal que busca proyección internacional con las dinámicas locales? La figura de la bienal tiene la necesidad de situarse en un discurso global, pero muchas veces deja de lado lo que ocurre en el entorno más cercano”, afirmó.
También llamó la atención sobre el lugar que ocupan los curadores locales dentro de instituciones dirigidas por figuras extranjeras, preguntándose si ese diálogo puede darse, realmente, en condiciones horizontales.
Ximena Gama, curadora e investigadora, retomó la idea desde su experiencia con proyectos en comunidades. “Durante años hemos sentido que solo a través de una mirada externa se valida lo que hacemos. Pero hoy la preocupación ha cambiado: ya no se trata de cómo nos internacionalizamos, sino de cómo jugamos localmente y bajo qué estructuras lo hacemos”.
Desde una perspectiva europea, Imma Prieto, directora del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, habló sobre el intercambio y el reconocimiento mutuo entre contextos. Para ella, el arte debe propiciar encuentros y aprendizajes compartidos. “El arte es una herramienta para transformar y crecer hacia un futuro mejor. Lo fundamental es abrir espacios de diálogo y aprendizaje”, expresó.
Además, destacó la participación ciudadana en la Bienal Internacional de Arte de Bogotá como un signo de vitalidad cultural. “Ver las salas llenas de gente, de jóvenes y de niños, demuestra que esta bienal se ha hecho para la ciudad y para su gente”, afirmó.
En la misma línea, Tania Pardo, subdirectora del Museo Reina Sofía y directora del Centro de Arte Dos de Mayo, destacó la escala humana del evento bogotano. “Me ha sorprendido su dimensión cercana. Es una bienal que permite disfrutar y conectar con los contextos locales.
“En un momento en que el arte parece desbordado por lo global, esta apuesta resulta necesaria”, señal e insistió en la importancia de trabajar con políticas de proximidad y de cuidar los vínculos con los públicos.
Por su parte, Blanca de la Torre, directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno y curadora principal de la Bienal de Helsinki, propuso alejarse de las categorías rígidas. “Lo global no deja de ser la suma de muchos locales. Me interesa más pensar en categorías fluidas, en los espacios intermedios. "Cuando trabajamos en un proyecto de ciudad, la pregunta no debería ser dónde termina, sino cómo se habita ese territorio y qué tipo de pertenencia se genera”, comentó.
De la Torre también habló sobre la necesidad de pensar en el impacto posterior a los eventos artísticos. “Lo que más me inquieta es qué pasa después, cómo se mantiene vivo el proceso una vez termina la exposición.”
Hacia el final de la conversación, Cerón y Gama retomaron la experiencia del libro ‘Lo curatorial desde el Sur’, una investigación que realizaron para mapear a más de noventa curadoras latinoamericanas. “Nos dimos cuenta de que conocíamos más a curadores europeos que a nuestras propias colegas. Hay una necesidad urgente de mirarnos entre nosotros y de producir conocimiento desde América Latina”, explicó Cerón.
Gama añadió que los proyectos pequeños o institucionales, aunque trabajen con presupuestos limitados, suelen tener un impacto más sostenido que las grandes bienales. “No se trata de romantizar la precariedad, sino de reconocer que esos modos de hacer también transforman los públicos y los modos de encuentro”, dijo.
El diálogo cerró con la idea de que la ciudad es, en sí misma, un espacio curado. Las participantes coincidieron en que el arte puede activar formas de convivencia, cuidado y pensamiento crítico.
“El arte no sólo transforma los espacios, también cambia la manera en que los habitamos”, resumió Gama. Prieto añadió que los proyectos curatoriales deben servir a la ciudadanía y no al revés. En medio de este panorama de eventos internacionales y culturales, la conversación dejó una reflexión clara: más que oponer lo local y lo global, se trata de construir puentes entre ambos para que el arte siga siendo un lugar de encuentro, diálogo y memoria compartida.
Texto: Sofía Arévalo, periodista. Revisado por Diego Guerrero.













