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Una nueva lectura para Débora Arango, en el Museo Santa Clara

  • Foto del escritor: Diego Guerrero
    Diego Guerrero
  • hace 3 horas
  • 3 Min. de lectura
El museo, adscrito al Ministerio de las Culturas, presenta una nueva lectura de la obra de la famosa Débora Arango.

La exposición crea un puente inesperado entre dos mundos: el de las mujeres del claustro que encontraron pequeños respiros de autonomía y el de Débora, que eligió huir simbólicamente del suyo.
La exposición crea un puente inesperado entre dos mundos: el de las mujeres del claustro que encontraron pequeños respiros de autonomía y el de Débora, que eligió huir simbólicamente del suyo. /Sofía Arévalo- ARTERIA



SOFÍA ARÉVALO PERIODISTA

ARTERIA


En el Museo Santa Clara, un lugar donde la historia se siente en cada muro, la obra de Débora Arango regresa con un eco distinto: más que provocar, ilumina. 

El Ministerio de las Culturas, el Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) y el Museo Santa Clara presentan ´La huida del convento´, una exposición que muestra a la artista desde un lugar menos obvio y más profundo.


Aquí no se repite la etiqueta de “precursora” o “transgresora” como un mantra vacío; se pone el foco en la mirada aguda de una mujer que entendió los engranajes del poder y los expuso sin adornos.


La artista envigadeña  vivió en un país marcado por la hegemonía conservadora de mediados del siglo XX y el ruido de las censuras. Pero su postura no nació de la oposición pura y dura. Ella conocía de cerca las estructuras religiosas que luego cuestionó: se formó con monjas salesianas, aprendió pintura en un colegio de mujeres y creció dentro de un ambiente donde la devoción era norma.


Su crítica no fue un rechazo al mundo espiritual, sino a quienes lo manipularon para controlar cuerpos, discursos y comportamientos. Por eso, al poner sacerdotes, militares o figuras públicas en situaciones comunes no se burla: revela. Desnuda la distancia entre el deber ser y el hacer real.


Llevar su obra al Museo Santa Clara —una antigua iglesia y convento del periodo colonial—, es un gesto pertinente por ser un lugar que durante siglos fue hogar de mujeres que vivían en clausura, pero que también escribían, administraban, componían música y construían vida intelectual dentro de sus limitaciones.


Ahora, en esas mismas paredes, se despliegan las escenas de Arango: cristos en espacios cotidianos, figuras femeninas que cargan con realidades incómodas, familias que no encajan en el molde idealizado.


La exposición crea un puente inesperado entre dos mundos: el de las mujeres del claustro que encontraron pequeños respiros de autonomía y el de Débora, que eligió huir simbólicamente del suyo.


La muestra reúne dieciocho obras del Mamm, organizadas en cuatro núcleos que recorren su vínculo con la educación religiosa, su reinterpretación del imaginario católico, sus lecturas sobre la familia y su mirada a desigualdades que aún persisten.


El Museo Santa Clara, con su arquitectura barroca y su silencio particular, funciona como un contenedor potente para esta exposición. Las obras dialogan con un pasado religioso rígido y con las tensiones que la misma Débora enfrentó. No como confrontación, sino como cruce de tiempos que se encuentran: las preguntas antiguas de un templo y las preguntas urgentes de una artista que nunca pintó “para agradar”.


La muestra reúne dieciocho obras del Museo de Arte Moderno de Medellín /ARTERIA
La muestra reúne dieciocho obras del Museo de Arte Moderno de Medellín /ARTERIA

El título ´La huida del convento´ proviene de una de sus acuarelas más reconocidas: una mujer desnuda que abandona el claustro en silencio, sin dramatismos, pero con determinación. No es solo un escape físico, sino la representación del deseo propio, de la necesidad de elegir y de la renuncia a una vida moldeada por otros.

En Santa Clara, esta imagen adquiere un peso especial: evoca tanto a las mujeres que encontraron refugio dentro del convento como a aquellas, como Débora, que se atrevieron a dejar atrás las estructuras que las confinaban.

La exposición rinde homenaje a una artista que pagó caro por ver más allá de su época y reconoce a las mujeres que durante siglos han buscado maneras —a veces visibles, a veces íntimas— de trazar su propio camino. Algunas huyeron. Otras resistieron desde adentro. Otras no pudieron moverse. Todas habitan, de algún modo, esta muestra.

Esta exposición está abierta de martes a domingo de 9:00 a. m. a 4:30 p. m. La programación incluye recorridos comentados, talleres y espacios de conversación que amplían las preguntas que Débora dejó abiertas: sobre poder, representación y las formas en que todavía se intenta decidir por las mujeres. Es una oportunidad para mirar su obra sin prejuicios ni poses, como lo que siempre fue: un espejo incómodo y lúcido de un país que, en muchos aspectos, sigue siendo el mismo.


Para la elaboración de esta nota se tomaron como referencia, además de la visita a la exposición, los artículos Débora Arango, las pinceladas de la furia (2009) y Débora por siempre (2004), publicados en El Tiempo y escritos por Diego Guerrero.

Revisado por el editor.


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