Más de 15 performances, más de 20 acciones políticas, más de un centenar de exposiciones individuales y colectivas en Colombia, Estados Unidos, América Latina y Europa configuran a Rosemberg Sandoval como un artista tan controversial y retador como prolífico. Expone en Casas Riegner de Bogotá.
Con 65 años de edad, Rosemberg Sandoval (Cartago, Valle, enero 1 de 1959) sigue siendo clave en el arte colombiano. Actualmente expone en el galería Casas Riegner, ‘Cargando el Dolor, una mirada al dibujo’, que incluye dibujos de Beatriz González, Débora Arango y de Sandoval.
Su obra más controversial, Mugre, fue realizada en 1999 (por lo menos su primera versión) en el museo La Tertulia, durante un festival de performance en Cali, y aún hoy hay quienes siguen cuestionándola o defendiéndola.
Sandoval recuerda que esta pieza fue tenida en cuenta como una de las quince performances más importantes del siglo pasado, por la revista Generación, de México.
“La obra tiene principio y fin, pero, en esencia, es como tiempo y espacio que se desvanece, como la vida”, dice el artista, quien reconoce que es una obra “muy fuerte, sobre todo para la gente que la pudo ver en vivo, porque tenía componentes muy fuertes como el olor del indigente y el sudor de ambos, porque los dos sudamos para que él soltara el pigmento que era el mugre y yo depositarlo en la pared”.
Para quienes no lo recuerdan, la obra consiste en que el artista se echa al hombro a una persona en situación de calle –obviamente con su consentimiento y luego de haberle planteado la idea– para, luego, ingresar al museo e impregnar una pared con el mugre de las ropas del voluntario.
En Casas Riegner, Sandoval muestra carboncillos que hacen referencia a ese momento. Sandoval resalta como el dibujo ha evolucionado desde la época de Débora Arango –una de cuyas pinturas comparte sala con la obra del artista- al decir que en la época en que la antioqueña dibujaba, esta técnica no era vista más que como un boceto o antesala de una pieza mayor, mientras que hoy por hoy, el dibujo es arte en sí mismo.
Los dibujos que expongo tienen que ver con réplicas de esas fotografías que quedaron como documento de la performance y retratos hechos desde cuando no tenía ni cédula, hasta hoy”, comenta Sandoval. Es decir, son más de cuarenta años de dibujos.
“Cuando uno construye una obra siempre busca variaciones para ver como la condensa. Cada obra abre un agujero que uno luego comienza a explorar”, dice Sandoval. Vale decir que en el primer semestre del próximo año hay planeada una retrospectiva de Sandoval en La Tertulia.
En todo caso la búsqueda suya alrededor de la imagen está impregnada de obras complejas, como cuando se colgó al cuello el cadáver de una bebé muerta –según dice– por “pobreza extrema”, lo que le cambió su visión del arte. “Para mí toda la propuesta del arte es ‘neorrosita’, porque después de uno colgarse un cadáver, uno que más espera… Uno queda tocado por que son imágenes muy potentes. No tienen nada de extravagante ni de dulce sino que es la deshumanidad hecha arte”, dice.
Admite que más allá del proceso y de saber sus temas fundamentales, que para él son la tierra, el poder, la indigencia y la locura, no conoce muy bien qué lo lleva a hacer ese tipo de obras. “yo retomo eso y lo hago poesía”.
El artista dice que tiene pocos adeptos, lo que no le cae mal para nada. Difícil tenerlos en una obra que toca esos temas y puede parecer descarnado y poco digerible para muchos.
Desde joven fue así. Al recordar un dibujo en carboncillo que hizo de su hermana Silvia con trazos fuertes y que expresan casi dolor (ella atravesaba una situación mental complicada), comenta que lo hizo en plena crisis de su hermana. “La hice cuando yo tenía 17 años. Durante toda la vida Silvia fue acompañada de crisis psiquiátricas. El dibujo está hecho en crayón sobre papel bond y yo tenía más o menos claro qué me interesaba hacer en arte: utilizar la crayola o el lápiz como un puñal, ser muy gestual, el arte como acción y totalmente contextual. No es cualquier, es mi hermana ida del mundo”.
Según él es un arte apenas para un país donde hay cosas horrorosas, en su opinión. Claro, lo horroroso no está exento de belleza. Ahora que si muchas personas no se explican cómo es qué hace obras de semejante crudeza, a él le sucede que no entiende bien cómo es que otros, viviendo en condiciones tan duras, aún tienen espíritu para pintar temas que nada tienen que ver con eso.
“Cuando daba clases en la Universidad del Valle, había estudiantes de Agua Blanca, de estrato cero, uno, dos. Nunca se preguntaban la dificultad para transportarse de Agua Blanca a la universidad o no haber desayunado en su casa, esas cosas no existían para ellos. Siempre hacían pajaritos o cómic y era muy triste, eso era muy triste”. Reflexiona Sandoval.
¿Y para dónde va? “Uno ve que el trabajo de uno entra a otros espacios culturales, museos, colecciones. A veces uno siente temor: he llegado aquí y, ahora, ¿qué sigue? Lo más complicado para uno como artista es sostenerse”.
Por eso, a lo mejor, sigue luchando, para seguir siendo Rosemberg Sandoval, el que quiere usar el arte como un puñal.
DIEGO GUERRERO
Editor, ARTERIA