
Febrero 19 de 2019
Una rosa en medio del arte
Una entrevista a la artista de Barranquilla Rosa Navarro Barandica, de 66 años, acerca de su obra.
Abril 24 de 2021

La artista en su exposición: “Rosa Navarro: 9 caligramas” en el 2019. Foto: Espacio El Dorado

Nacer y morir de una rosa Fotografía análoga 1982 Cortesía de la artista

R-O-S-A en lenguaje de sordomudos Fotografía iluminada con marcador de agua 1981 Cortesía de la artista

La artista en su exposición: “Rosa Navarro: 9 caligramas ” en el 2019. Foto: Espacio El Dorado
Eduardo Rodríguez*
Para ARTERIA
El primer contacto que tuvo la artista Rosa Navarro Barandica con una rosa fue en el jardín de su casa, a la edad 10 años. Su madre le encargaba labores de riego y abono para mantener las flores en buen estado.
Desde entonces, Rosa recuerda lo importante que ha sido esta planta en sus procesos creativos como elemento de fuerza interna y de sensibilidad. En la actualidad esta artista de 66 años apenas empieza a ser redescubierta, un hecho bastante paradójico, pero normal en el arte colombiano.
Su trabajo despierta interés en investigadores, coleccionistas e instituciones nacionales y del exterior.
Eduardo Rodríguez: Revisando algunas publicaciones de su biografía que se encuentran en portales en Internet, revistas culturales y archivos de periódicos he notado que a veces apareces nacida en Barranquilla, en otras en Santo Tomas e, incluso, en Cartagena. ¿A qué obedece esto y cómo lo podemos aclarar?
Rosa Navarro Barandica: Lo de haber nacido en Cartagena fue una mala información que se publicó en un catálogo de un Salón Nacional. Yo nací en el Hospital de Barranquilla porque a mi madre se le presentó una hemorragia y en este caso se descartó el procedimiento que realizaban las parteras de Santo Tomas. Mis antepasados son de acá y estoy radicada en este municipio del Atlántico, que a nivel de espacio me ha ayudado mucho para la construcción de mis trabajos.
E.R. Hablemos de tu paso por la Facultad de Bellas Artes de Barranquilla
R.N.B. Mi llegada a la facultad fue muy importante para materializar muchas inquietudes creativas, pero, antes de eso, quiero contarte que yo empecé estudios en arquitectura porque me gustaba mucho el diseño. No obstante, el exceso de trasnocho me producía mucho desgaste físico y, por eso, tomé la decisión de abandonar esa carrera e inscribirme en Bellas Artes. Recuerdo que a mi llegada quien me recibió fue el profesor Eduardo Vides, que me orientó sobre el proceso de matrícula.
E.R. Hace algunos días tuve la oportunidad de leer un texto de Álvaro Herazo, quien fue director del programa de Artes Plásticas de la Facultad de Bellas Artes en el tiempo en que tú eras estudiante, en el que a manera de espaldarazo resalta y describe tu participación en el II Salón Arturo y Rebeca Rabinovich, llevado a cabo el año 1982 (en Medellín). ¿Cómo era el papel que ejercían los docentes en cuanto al impulso y proyección de los estudiantes a nivel nacional en esa época?
R.N.B. El proceso de acompañamiento era muy bueno, no solo de Álvaro Herazo, sino también de otros docentes como Antonio Inginio Caro, Jaime Correa y Eduardo Vides. Todos ellos estaban muy pendientes de las propuestas novedosas que se realizaban en los talleres y nos motivaban a participar en las diferentes convocatorias teniendo en cuenta los conceptos y las ideas por encima del academicismo.
E.R. Luego de finalizar el proceso de formación en la Universidad del Atlántico, cómo hiciste para sostener la producción y mantenerse vigente.
R.N.B. Bueno, han sido momentos difíciles porque mi producción artística se movía lentamente. En una época ingresé por unos breves periodos en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) como instructora de clases de pintura y también en el Colegio Altamira de Barranquilla, con esos recursos obtenidos pude costear algunas obras siguientes.
En cuanto a la vigencia, creo que la huella de mi trabajo quedó como un sello del resultado de mis participaciones en eventos nacionales, y, te aclaro, que jamás pensé que hoy cobraran tanta relevancia.
E.R. Hemos visto que en los últimos cuatro años sus obras han estado presentes en algunas muestras importantes nacionales y en el exterior, como ‘Radical Women: Latin American Art, 1960-1985’, en los Museos Hammer, de Los Ángeles y Brooklyn de New York; ‘El arte de la desobediencia’, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá; ‘Rosa Navarro: 9 caligramas’, en el Espacio El Dorado, de Bogotá, y muy recientemente “Regrabado (Mixtape). Transiciones del arte en la colección MAMM”, en Medellín. ¿Qué ha significado para ti participar en estos proyectos?
R.N.B. Veo el resultado de esos procesos que yo realicé en los 80. Nunca me imaginé que esas obras de ese periodo llegaran a tener importancia en el arte colombiano y latinoamericano. Entre otras cosas, te quiero dejar claro que nunca hice arte para vender. Yo solo quería exteriorizar algo que tenía muy dentro de mí. Aunque tuve la oportunidad de participar en algunas muestras de galerías locales y nacionales, nunca vendí nada. Creo que en ese momento nadie se imaginaba una obra de ese tipo colgada en la pared de su casa.
E.R. A qué se debe que en la actualidad guarden tanta vigencia obras como: R-O-S-A en lenguaje de sordomudos y Nacer y morir de una rosa, por mencionar solo dos.
R.N.B. Sí, visioné esa parte, porque uno ve otras obras que sí se les nota el tiempo. Siempre quise que los resultados fueran muy naturales, traté que no se envejecieran, como ya me había pasado con algunas piezas anteriores.
En cuanto las obras que mencionas, conté con el acompañamiento fotográfico de Javier Diazgranado y Antonio Inginio Caro. Los revelados se hicieron en los laboratorios de la Escuela de Bellas Artes, en donde conté con el apoyo de Ida Esbra, quien era en ese entonces la profesora a cargo de la asignatura de Fotografía.
E.R: Para finalizar quiero saber, ¿en qué proyectos estas trabajando últimamente?
R.N.B.: En estos momentos estoy trabajando una pieza que se llama “El juego de la dama”, un poco para matar el aburrimiento.
Estoy trabajando también algunas tallas (en madera) con algunos fragmentos de los árboles del patio de mi casa.
Yo realmente no he sentido mucho la pandemia, aprovecho el tiempo para organizar archivos y también me dedico mucho a la jardinería. Me considero un ser sensible para posar como una rosa en medio del arte.
*Eduardo Rodríguez, maestro en artes plásticas y visuales de la Universidad del Atlántico, con más de cinco años de experiencia en la gestión cultural de diferentes escenarios en procesos pedagógicos y comunitarios. Actualmente es el Coordinador del Departamento de Educación del Museo de Arte Moderno de Barranquilla y Miembro activo del Concejo Internacional de Museos ICOM y su comité de Educación y Acción Cultural CECA.