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Personaje del año
María Belén Sáez de Ibarra: fuerza y constancia

Para ARTERIA, su labor determinante en el arte y la cultura del país la convierten en el personaje del año en las artes. 

Diciembre 9 de 2019

DIEGO GUERRERO

Editor

ARTERIA

¿Qué tienen en común Doris Salcedo, Miguel Ángel Rojas, Clemencia Echeverri, Jesús Abad Colorado, el compositor de música contemporánea Juan Pablo Carreño, Óscar Murillo, la Bienal de Shanghái y el contramonumento fragmentos? La respuesta es: María Belén Sáez de Ibarra.

 

Ella, actual cabeza de la Dirección de Patrimonio Cultural en la Universidad Nacional de Colombia (tiene a cargo el auditorio León de Greiff, el Claustro de San Agustín y el Museo de Arte), está detrás de muchos de los proyectos más destacados en el arte colombiano en la última década y en el último

año.

 

Su acción ha sido fundamental en las obras de Salcedo en la Plaza de Bolívar, al apoyarla en su producción, lo mismo que para Fragmentos. Estuvo detrás de la organización de ‘El testigo’, de Colorado, sin duda, la exposición individual más visitada del último año en Colombia, que pasa el millón de visitantes; fue invitada como cocuradora de la Bienal de Shanghái de este año, a donde llevó obras de Miguel Ángel Rojas y Clemencia Echeverri y este semestre organizó la ‘Misa por la reconciliación’, escrita por Juan Pablo Carreño, estrenada en la Catedral Primada.

 

Y, para ser justos, como una especie de colofón, fue la primera curadora que invitó a una individual a Óscar Murillo, luego de que empezó a ser reconocido (y controvertido aunque su obra nadie la había visto ampliamente en el país). Hoy, Murillo es uno de los ganadores del Turner Prize, el más renombrado de los que se entregan en Gran Bretaña. 
 

Ver: esta es la propuesta de Óscar Murillo en el Premio Turner.

 

Sin duda su influencia en el arte y la cultura de este país es grande y, por eso, en ARTERIA creemos que su obra merece ser destacada y, ella misma, como personaje del 2019.

 

María Belén habla en plural: “Nosotros hacemos o nosotros tenemos”, en vez de “yo hago, yo tengo”. “Nosotros somos los artistas con los que trabajamos y el grupo (de la Universidad Nacional). Uno no trabaja solo nunca. Cuando uno se junta hace máquina. Uno coopera y apoya lo que los otros pueden

y quieren hacer”.

 

Lo dice sentada en su casa, con cara de cansada, recién venida de Bojayá, donde estuvo en uno de los actos de la recepción de los cuerpos de las personas muertas en la masacre del 2002. Porque María Belén ve en el arte (y la cultura) una forma de activismo social y sabe que hacer presencia es importante, aunque, para ser justos, no es de la que se exhibe. Es práctica y cree más en los hechos: “Uno sabe que desde la práctica cultural hay un activismo muy importante.  Usted ve la ‘Misa por la reconciliación de Colombia’, eso es activismo cultural; apoyar

los procesos comunitarios”, dice. Así que trabaja en proyectos que en Bogotá no se conocen como los que realizan en apoyo de la educación en comunidades indígenas de Cauca, Nariño y Putumayo.

‘Nadie puede solo’

 

No se crea por lo anterior, que María Belén Sáez de Ibarra es una mujer suave. En el fondo, nadie puede ser demasiado suave si quiere vencer obstáculos y ella lo sabe. Reconoce que tiene su carácter y prefiere que le sobre y no que le falte. Pero de ahí a que el ego la domine hay mucha diferencia. Ella asegura que se mete con procesos que tienen vida propia y que por eso ven la vida, a pesar de las dificultades.

“Lo primero es saberse desprender del ego y de la necesidad de reconocimiento. Luego, hay que dar lo mejor de cada uno. Nadie puede solo”. Está claro que lo que apoya son trabajos que tienen que ver con la parte más dura de la realidad colombiana, con las injusticias que unos cometen contra otros.

 

“En todos los proyectos hay una relación con la vida, que es sagrada. En una sociedad materializada, mostramos los sujetos desposeídos de derechos. Son cosas reunidas en el territorio colombiano, pero que van más allá. Hay también una memoria de la guerra. El proyecto de Juan Pablo Carreño es una pieza de memoria que recoge ‘El Salado’, ‘El Aro’ y ‘Bojayá’ (lugares de masacres).

 

Lo más reciente de Heiner Goebbels (expuesto actualmente en la Universidad Nacional) es también muy espiritual, tiene que ver con mostrar otra forma de conocimiento, de cómo se ve la vida humana en otras culturas”, dice.

 

Y lo dice convencida en que aun las obras que sean más abstractas en estos temas, cobran sentido, pues si bien “el arte es el mundo de lo simbólico, los artistas trascienden lo simbólico”. Por eso, en este momento de escépticos afirma: “Yo no descreo del arte. Cada vez más, creo en la capacidad que tiene de transformar una sociedad, de curarla”.

 

No es un secreto: en Colombia el sector del arte es difícil y tal vez porque en el medio el ego pesa, porque las oportunidades son pocas, los logros de los demás no solo no se celebran, en general, sino que en muchas ocasiones se miran con recelo, no los logros, sino la personas. Algo así le pasó a Óscar Murillo, criticado por muchos cuando apenas había expuesto una obra en Cartagena.

 

Entonces María Belén lo invitó a exponer en el Museo de la Universidad Nacional.  “A mí me gusta llevar la contraria –dice espontáneamente y con una sonrisa acaso un poco retadora–. Nosotros tenemos un discurso y es que en el arte se juega haciendo arte. Había un recelo contra él y me parecía interesante que se viera. ¡Dejemos que muestre a ver de qué está hecho!”, dice sobre esa exposición.

 

Y lo invitó “sabiendo que su obra tiene una pulsión de mostrar una parte de la sociedad colombiana que no queremos ver. Él tiene una claridad política y se la juega”.

 

Ella también sabe que su trabajo puede resultar molesto: “Creo que son proyectos honestos y entonces molesta que seamos independientes, que no vendamos las convicciones.  Creo que la independencia molesta. Hemos tenido dificultades: conseguir plata, el más mínimo permiso es una lucha. Colombia es difícil: el uno pendiente del otro, no dejar hacer. Es normal en un país

tan desigual. Por ejemplo, ‘Fragmentos’ es una ‘papa caliente’”.

 

Y ella tiene su mirada sobre ese tema de las muchas ‘papas calientes’ que hay en este país. “A los colombianos no les gusta reconocerse a sí mismos. Rechazan los trabajos con el conflicto, prefieren ignorar lo que sucede.  Mire Bojayá: qué vergüenza lo que pasó y lo que puede volver a pasar. Es una vergüenza que no empiece la transformación social… la pobreza a que la gente está condenada en

los territorios…”.

 

Lo que sí reconoce (aunque después de alguna insistencia) es que tiene buen ojo para los proyectos. “Creo que hay que estar bien acompañado... Todo lo que estudiamos es válido si lo que tú conoces y eres está en juego, está en juego la vida propia y la comprensión. Estamos abocados a una vida pública y política, en el espacio público, no en el muro (redes) ni en la casa. Los proyectos tienen que ser suficientemente ambiciosos, con envergadura. La fortaleza de un proyecto llega en su capacidad de generar impactos”, dice.

 

Entonces, resulta ineludible preguntarle por cómo ve lo que en Colombia se llama ‘Sector del arte’. Antes, aclara que ella ve las artes como uno solo, que no separa entre plásticas y visuales, y teatro o música, por ejemplo. Pero sin negar que hay artistas comprometidos, con referencia al sector de las artes plásticas y visuales dice: “Hay poco compromiso con debates grandes. Es muy obediente, cómodo y burocratizado; pobre en discurso y con programas difusos que no permiten hacer un programa a largo plazo”.

 

Por eso cree que hay que trabajar en política para las artes, generar una discusión fuerte, “aparte de las becas de 15 millones que no le sirven a nadie”. ¿Dura? Sí. Una década de su trabajo lo demuestra.

(Texto original en la edición 71 del Periódico Arteria. Actualizado)

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