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Museo de Antioquia abre sala de 'Diálogos decoloniales'

El Museo de Antioquia inauguró la 'Sala de diálogos decoloniales', cuya intención es mostrar, cómo se han usado imágenes para imponer valores y normas y controlar los comportamientos individuales y las prácticas sociales.

Octubre 21 de 2019

Cortesía

El Museo de Antioquia reemplazó la antigua 'Sala colonial' por la 'Sala de diálogos decoloniales', espacio que mostrará alrededor de 150 piezas, entre obras y documentos, del periodo precolombino hasta la actualidad.

 

Los curadores, Sol Astrid Giraldo y Jaime Borja, diseñaron la exposición para cuestionar los mensajes que expresan las propias obras y los propósitos por los que fueron realizadas.

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La sala tiene tres partes: ‘Cielo’, ‘Purgatorio’ e ‘Infierno’, en las cuales se presentan imágenes con la intención de plantear reflexiones en torno a la familia, la mujer, la madre, los padres fundadores, la sangre, el pecado, la raza y los cuerpos.

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La sala presenta obras de Rodrigo Barrientos, Fernando Botero, Patricia Bravo, Benjamin de la Calle, Francisco Antonio Cano, Antonio Caro, Gabriel Carvajal, Luz Elena Castro Trujillo, Liliana Correa, Gregorio Cuartas, Clemencia Echeverri, Leonel Gongora, Beatriz González, Ethel Gilmour, Natalia Giraldo, Pedro Nel Gómez, Sadi González, Jorge Obando, Tomás Ochoa, Juan Fernando Ospina, Libia Posada, José Alejandro Restrepo, Melitón Rodríguez, Rafael Sáenz, Álvaro Vélez, María Villa, Evelyn Velásquez, Jorge Alonso Zapata y Donaldo Zuluaga.

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En entrevista con Arteria, la curadora Sol Astrid Giraldo profundiza sobre el enfoque curatorial de la nueva sala, las piezas que exhiben y cómo dividieron la exposición.

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-¿Por qué reemplazar la 'Sala Colonial' por la 'Sala de diálogos decoloniales'?

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-Esta curaduría se propone actualizar las imágenes coloniales en el mundo contemporáneo. Hacerles nuevas preguntas que las remuevan y las saquen de su condición de documento histórico superado o de elemento sagrado intocable. Estas obras, lejos de ser asunto del pasado, son las matrices de muchos imaginarios que desde entonces y hasta nuestros días siguen ejerciendo su influencia en la vida social y política de Latinoamérica.

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Estas imágenes han establecido lo que es bueno o malo, permitido o prohibido, deseable o indeseable, bello o feo, valioso o deleznable. A pesar de su superficie religiosa, siempre fueron símbolos políticos. Han estructurado categorías como los cuerpos ejemplares y valiosos y los que no importan, los mandatos de género y raciales, la sospecha de los sentidos, las estructuras del poder, familiares, sociales y políticas.

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Una sala colonial acepta estas imágenes sin preguntas y las aísla en un pasado impoluto, como si fueran inocentes y mansas. Una sala decolonial las interroga, actualiza y visibiliza sus complejidades. Esto último debería ser la función de los museos de hoy más que salvaguardar efigies empolvadas.

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-¿Cómo interactúan los documentos y obras que exponen en la sala?

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Los curadores partimos del hecho de que las imágenes no se agotan en sí mismas, sino que vienen de otras que les precedieron y terminan produciendo otras en las que sobrevivirán. Analizamos la manera como las imágenes sacras se continuaron en la República bajo otras formas. El trono de Cristo, que luego fue ocupado por el Rey español, es cedido a Bolívar; los padres de la iglesia se convirtieron en los padres de la patria; los mártires piadosos devinieron en mártires políticos.

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Como curadores, nos interesó rastrear estas mutaciones en las imágenes, pero también algunas subversiones y ‘contraimágenes’ como las maternidades negras e indígenas, la familia de Belén y la de los desplazados. Quisimos que la relación entre piezas fuera de eco o de choque.

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-¿En qué consisten los tres ejes de la sala y en qué se diferencian?

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-Usamos estos tres conceptos que provienen de la mentalidad católica y la imaginería barroca, como ejes de la exposición. El ‘Cielo’ (lo que ordena el suelo) habla de las imágenes de poder sobre las que se estructura no solo la iglesia, sino la sociedad colonial. Las imágenes de la Natividad insisten en la formación de cierta estructura familiar patriarcal y blanca, a expensas de las otras múltiples estructuras de parentesco en Colombia, a las cuales también invitamos a la muestra (familias indígenas, afro, uniparentales, etc).

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Lo masculino como figura de poder político y social (virreyes, santos, próceres, presidentes) frente a lo femenino como figuras subyugadas (santas, mártires, damas, etc). Se insiste en este eje en como en las múltiples obras contemporáneas se demuestra cómo estos ideales se han caído.

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El ‘Purgatorio’ (el ahora) enfatiza en las purgas, tanto sacras como políticas. Ambas purgas siguen insistiendo en que la sangre lava tanto pecados, en un contexto religioso, como culpas, en una guerra como la nuestra. Ambas proclaman su odio al cuerpo.

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El ‘Infierno’ (los otros) es el eje donde se reflexiona sobre lo que excluyó el poder con raíces coloniales, como el otro sexual o étnico, el goce, el erotismo, los instintos (simbolizados en los animales). Esta sala termina con un exorcismo. Toda la curaduría de alguna manera pretende serlo.

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