Febrero 19 de 2019
Murió Antonio Caro, uno de los maestros del arte contemporáneo
A Antonio Caro.
Hoy, lunes 29 de marzo, en el Hospital San Ignacio murió, por problemas del corazón, Antonio Caro: un amigo, un artista, una gran persona.
Marzo 29 de 2021
Texto: idea de muchos. Imagen: Alberto Baraya.
Antonio Caro. /Foto: Diego Guerrero/ARTERIA
Texto: idea de muchos. Imagen: Alberto Baraya.
Actualización Martes 30
La velación del maestro Antonio Caro será en la sala 2 de la Funeraria San Juan de Ávila, Calle 136 # 17A - 85, inicia hoy martes, horario 10 am a 5 p.m.
Nota: si quieres escribir algo chévere de Antonio Caro o enviarnos una foto, escríbenos a: editor@periodicoarteria.com aquí la publicamos.
Nelly Peñaranda
Directora
ARTERIA
Siempre lo llamé Maestro, quizá porque oírlo hablar, de su obra, de sí, o de su particular manera de ver el mundo, siempre fue una forma de aprender.
Fuimos amigos con facilidad, de esos con quienes aun hablando con alguna frecuencia telefónica, se disfrutaba más en los encuentros y las visitas espontáneas que nunca dejó de hacer.
Hablar con él siempre fue estimulante, y con una generosidad sin límites animó y apoyó siempre los proyectos y las ideas. Fue un gran cómplice.
No exagero al afirmar que lo que fue y lo que hizo Antonio Caro por el arte en el país y en las personas que tuvimos la fortuna de conocerlo fue darnos una lección de honestidad, seriedad, humildad, humanidad y especialmente, de dignidad.
Resulta inimaginable lo que será la vida sin Antonio Caro, sin el maestro Caro, siempre será difícil pensar y afrontar esto de que los amigos también se van…
¡Gracias, maestro, gracias Antonio!
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Entrevista en #OtroDíaMás con Antonio Caro
Diego Guerrero
Editor
ARTERIA
Esta no es una historia periodística. Es mi historia con Antonio Caro. De la obra ya correrán ríos de tinta. Creo que lo conocí un día afortunado para mí, en las afueras del hotel Nutibara, de Medellín. No recuerdo muy bien por qué. Creo que fue por una exposición que tenía. Yo tenía algo más de 30 años. Ahora tengo 53.
No soy para nada objetivo cuando digo que la obra más bella que han hecho de Colombia es su Colombia Coca-Cola. Dirán que no tiene nada de bella. Tal vez ahí radica su belleza. Lo cierto es que un día supe por galerista Claudia Ramírez, en un Artbo, que en Casas Riegner estaban vendiendo una serie de esa pieza. Fue la primera obra de las pocas que he comprado.
La pagué a plazos. Al fin y al cabo siempre he tenido sueldo de periodista. Ahora me acompaña cada día que trabajo como un recuerdo de lo que para mí es este país. Por lo menos una parte.
Caro tenía su carácter y un corazón de oro. Siempre que lo veía, al principio, medía cada palabra que decía, para no ir a meter las patas y enfadarlo. Él un día empezó a abrazarme cada que nos encontrábamos en la calle, en alguna exposición o iba a la oficina de ARTERIA a saludar.
Siempre me decía: “Por este lado, que es el lado del corazón”. Entonces nos abrazábamos por ahí. Yo no sé si fui su amigo, pero él sí fue mío. A ARTERIA ni a mí nunca dijo que no. Siempre llegaba de buen humor. Me hacía notar, con ternura, algún error en algún texto, o me recomendaba algún artista para que le diera una mirada porque él creía que valía la pena hacerle una nota.
Ver a Caro era como ver una utopía ambulante. Su pelo revuelto, la camiseta ‘desjetada’ una o dos mochilas (a veces, una de ARTERIA) sus jeans que parecían un prototipo de alguna marca… Su educación, su “buenas tardes, señor” “cómo le va, señora”, esa vez que despidió un programa de ‘Otro Día Más’, ladrándole a Benita, la perra que nos acompaña a Nelly y a mí, la misma que se le sentaba en las rodillas…
Para mí, verlo era como constatar que hay esperanza cuando un hombre, con esa cabeza y ese orgullo de sí, se atrevía a andar por ahí tratando a todo el mundo como un igual, en un país donde muchos tratan a los demás con desdén; riendo con chistes improvisados, o serio, cuando había que serlo.
Sé que Caro era envidiado por ser quien era y hacer lo que hacía. Porque hay gente que no soporta que haya excéntricos de verdad y además, que sean geniales. Sé que a sus espaldas muchos se burlaban de él, lo criticaban como persona y trataban de atacar su obra –nunca con una crítica seria sino con un comentario de ‘clase’ o ‘gusto’– o por su apariencia (supongo que eso no parará).
También sé que a él eso no le importaba, que se reía de eso y no de ellos, porque no creo que se molestara en averiguar quiénes eran. Él, creo, solo tuvo algunas peleas casadas, pero siempre de frente (la verdad, en muchos lugares le tenían pánico porque era de los que mandaba cartas y –perdón por recordarlo- dio alguna cachetada famosa).
Creo que a muchos les resultaba insoportable su apariencia porque mostraba que para ser famoso como artista solo necesitabas ser artista. Claro, sin duda sabía moverse en lo que él llamaba con algo de sorna ‘mundillo del arte’.
Caro era un gran tallerista y los más jóvenes luchaban por estar en un taller con él. Eso sí, él era impredecible y eso era parte de su encanto. Seguro, tendría un montón de defectos, pero yo siempre lo he visto como una persona a la que este país tiene mucho que agradecerle, por su obra.
Vale decir que a sus 70 años solamente Celia Sredni de Birbragher tuvo el tino de hacerle una retrospectiva en Bogotá. No lo digo yo, de hecho, él me lo comentó.
Este es el Caro del que yo me acuerdo y disfruté. El hombre digno y orgulloso, que parecía amigo de sus amigos y amigas, que cuando era alegre, era muy alegre; que rebañaba los platos de pasta con el pan, que comía ají como si fuera mexicano, que me dejó hablar con él muchas veces. Que admiré y quise. Gracias, Máster.