Febrero 19 de 2019
Bienal de Viena 2021 propone cambiar el mundo apoyándose en los imaginarios del colombiano Armando Silva
En una entrevista con ARTERIA, Hubert Klumpner, curador de la Bienal de Viena 2021, cuenta por qué proponen un enfoque de urbanismo con ciudades que pasen de ser 'inteligentes' a 'cuidadoras' basándose en la obra del filósofo colombiano Armando Silva.
Julio 5 de 2021
Hubert Klumpner © Daniel Schwartz
Armando Silva /Cortesía
Imaginemos que nuestro planeta tiene futuro (fragmento). Thomas Wrede, Rhone Glacier Panorama II, 2018 Impresión pigmentada sobre papel de bellas artes, 80x260 cm. / 120x390 cm. Cortesía de Beck & Eggeling © Thomas Wrede / VG Bild-Kunst, Bonn.
Hubert Klumpner © Daniel Schwartz
/Cortesía
Con el lema ‘Planet Love Bienal de Viena para el cambio’ la Bienal de Viena 2021 ha convocado hasta el tres de noviembre de este año a artistas y especialistas en torno al cuidado del mundo, con el fin de “utilizar los recursos de la tierra con consideración en lugar de maximizar su explotación”.
Con una combinación de arte, arquitectura y diseño busca hacer posible una nueva mirada del mundo, con la conciencia de que la creatividad puede mejorarlo en un momento crítico que ha puesto en jaque la vida por el cambio climático, la covid-19 y en el que las políticas económicas y urbanísticas han tenido gran responsabilidad en la situación compleja actual.
Para encontrar nuevos enfoques, el curador Hubert Klumpner, arquitecto, director de Urbanthinkthank Next, con sede en Suiza, uno de los creadores del movimiento ‘Giro Social’ y profesor titular de arquitectura y diseño urbano en la ETH de Zurich, se ha basado en el trabajo del filósofo colombiano Armando Silva.
Mira una videoentrevista con Armanado Silva, donde explica sus imaginarios
Su obra de Imaginarios Urbanos y su método de investigación son utilizados para buscar nuevas maneras de asumir el urbanismo en las ciudades, especialmente de Europa, con la conciencia de que con el ritmo actual pueden resultar inviables, ante la influencia negativa de las formas de urbanización y en el entendido de que el concepto de ciudades inteligentes (Smart Cities) es insuficiente.
A partir de los estudios realizados por Silva y su equipo en ciudades de Latinoamérica y algunas de Europa la Bienal propone el concepto de Care City que, lejos de poner su esperanza en lo digital la busca en la solidaridad, en relaciones humanas y tejidos sociales que han mostrado su valor en las urbes latinoamericanas –distintas y distantes de las formas de las ciudades europeas y norteamericanas– y que cuestionan también las relaciones económicas.
ARTERIA habló con Hubert Klumpner sobre la propuesta de la Bienal.
-ARTERIA: ¿Por qué toman como base las teorías y trabajo de Armando Silva para la propuesta de la Bienal?
-Hubert Klumpner: Armando es una persona muy compleja que viene de un linaje extremadamente interesante. Jacques Derrida, que fue su tutor de doctorado, fue quien hace dos generaciones introdujo en el urbanismo y la arquitectura el deconstructivismo, que ya está un poco de salida. Podemos leer y reinterpretar libros de muchos autores de ese estructuralismo francés, pero la mayoría ya murió, son del pasado. Armando tiene ‘muchas canas’ en la experimentación, una teoría sólida, reconocida, y está interesado en desarrollar esa metodología en una nueva dirección: del análisis a la acción.
Él está muy unido al arte popular, a la cultura de la calle, a los grafitis, a las cosas que están transformando de verdad las ciudades, y creando -no solo registrando- un imaginario nuevo a través de los ciudadanos. Traducir ese imaginario en proyectos concretos es, obviamente, un reto grande. Estamos trabajando en Colombia donde tenemos también resultados estudios de planificación en la realidad.
No es un trabajo académico sobre la mesa, son trabajos en el campo donde vamos a poner a prueba y compartir el conocimiento para que ciudades puedan aprender de ciudades. ¿Cómo puede una ciudad aprender de otra ciudad? Eso es un tema central en la exposición y en ese trabajo. Armando ya investigó las ciudades latinoamericanas, las grandes. En España también. Estamos poniendo algunas nuevas ciudades en ese ámbito. Por ejemplo, Viena, Sarajevo. Por ejemplo:¿Cómo puede la idea del corredor social y ambiental de Medellín ser transformador para una ciudad también en posconflicto como Sarajevo, en Europa?¿Cómo podremos lograr un beneficio?
-ARTERIA: ¿Por qué están interesados en las ciudades europeas por este tipo de trabajo?
-H.K.: La Alcaldía de Zurich está observando esos experimentos porque están muy interesados. Muchas ciudades desarrolladas tienen un problema con su modelo de lujo, porque, aunque todavía funcionan realmente bien, saben que no van a funcionar de esa manera por mucho tiempo. Tienen mucho miedo de los cambios, pero les interesa observar estos experimentos.
Creo que antes o después van a participar también con roles más activos. Se trata de utilizar los imaginarios (que es el aporte de Armando Silva) para traducir qué funciona y qué no funciona metodológicamente, a través del acceso a las herramientas e ilustrado con proyectos concretos -pilotos- de una ciudad a la otra. Ese es el tema que vamos a hacer con Armando, con quien tenemos permanentemente a alguien para debatir, involucrarse, dirigir y corregir el curso.
- ARTERIA: Para nosotros, lo que usted llama arquitectura del sur ha sido considerado una arquitectura problemática, un urbanismo problemático. Le pongo un ejemplo que usted debe conocer, pues conoce bien esa ciudad: en los barrios altos de Medellín las casas son muy pequeñas, pero hay un gran sentido de comunidad, porque la gente vive su vida social en la calle.
Pero para nuestra sociedad –por lo menos para una parte– eso no está del todo bien visto. Entonces, si el común de las personas de Latinoamérica aspira a lo europeo, ¿por qué ustedes sienten la deficiencia en el sistema de organización urbana que han tenido? ¿Qué sienten ustedes que nosotros podemos enseñar?
-H.K.: El barrio, esa situación que usted está describiendo, eso sucede en la cabeza. Esa manera de vivir, tal vez, está despreciada y es, justamente, algo que tiene que ver con el imaginario. Eso no es en sí mismo problemático o malo. Simplemente, es una manera como una parte de la población está viendo a la otra. Ni siquiera voy a decir que la mayoría de la gente tiene un problema con eso; es más bien un segmento de la población. Tal vez, un segmento que tiene más poder está viendo otro segmento de la población y está despreciando esa manera de vivir.
Por otra parte, creo que hay que entender que ese modelo social, democrático, en Europa en el que todo estaba cuidado y preparado por el Estado no existe más. La gente no está más atendida. La crisis en Grecia dejó a millones en la calle. Los migrantes que vienen de Siria, de Venezuela, de otros países; la gente en Europa no sabe cómo manejar eso. Un ejemplo muy interesante es Colombia. Ustedes han afrontado la situación de los inmigrantes y proporcionado una permanencia temporal para ellos. El hecho de que en Colombia tienen siete millones de desplazados internos y, encima, un gran número de venezolanos y de otros migrantes de Latinoamérica, no hay duda que eso es un gran problema.
Pero han logrado una incorporación de una cantidad de personas que es mucho mayor que el número de inmigrantes que llegó en 2015 a Alemania, que fue de un millón de personas. Alemania no sabía cómo incorporar, integrar, incluir un millón de personas. Ese también es el reto que estamos presentando en la Bienal, que nuestro futuro no va a ser cómodo. De eso tenemos que despedirnos. El futuro no va a ser algo donde alguien va a resolver los problemas para nosotros. De nuevo, es una especie de un experimento donde los resultados, hoy, no están en las ciudades en Europa.
Los resultados vienen de otros lugares. Yo creo que ese mapa de qué funciona y qué no funciona, y quién tiene la capacidad de decidir qué es bueno y qué es malo, se ha movido mucho. Esa posición de Europa, de esa historia colonial de decir: "Así son las cosas, así deberían ser" es, hoy, una posición débil. Por eso estamos presentando (en la Bienal) muchos proyectos de África, de Latinoamérica, del Sudeste de Asia. Nadie está diciendo que son situaciones perfectas, pero las referencias salen hoy en día de esos lugares.
En la Bienal vamos a presentar la conclusión de cien proyectos globales que pueden tener un impacto detonante en Viena. Por ejemplo, en Viena, Favoriten es un distrito de migrantes donde viven 200.000 personas. Cerca del 80 por ciento son migrantes que no hablan alemán como primera lengua. Vienen de Turquía, Siria, Afganistán, África. Allí existe un gran mercado abierto, parecido a uno de Barranquilla o de Cartagena-
Es más un mercado africano y latinoamericano que un supermercado de una zona ordenada europea. Y ese mercado se ha convertido en una de las atracciones más interesantes en toda la ciudad. Este mercado tiene muy poco que ver con lo que la gente se podría imaginar, por ejemplo, en Argentina, sobre Viena, pero no es un símbolo de desorden o de caos sino que se ha convertido en el nuevo hito de la ciudad, y eso es algo interesante. ¿Por qué? Porque están mostrando a través del arte de la cocina, de la comida, de los ingredientes, una comunicación no verbal. Están incluyéndose en una ciudad que tiene una gran historia con el sureste de Europa, pero, ahorita, es prácticamente un experimento oriental en el medio de Viena.
-ARTERIA: Esto parece mostrar un cambio de paradigma en la visión tradicionalmente occidental del orden del mundo…
-H.K.: Tiene que ver mucho con algo auténtico. Mucha gente viaja a ciudades de Europa o del norte del continente americano. Nosotros (en la universidad) estamos haciendo cartografía digital para medir dónde se mueve la gente y el turismo se mueve más o menos en el cinco por ciento del territorio de una ciudad.
Ciudades como París tienen edificaciones y áreas “auténticas”, pero que ya no son auténticos para los parisinos. Pasa para la gente de las ciudades porque estas se han convertido en un producto para un turismo con Airbnb y en hoteles.
Son lugares donde ya nadie puede vivir… Madrid, Barcelona, todas esas ciudades están así, y la población de esas ciudades ya vive en otras zonas.Creo que es un tema de recuperar esas ciudades, por ejemplo, a través de estas experiencias con lo migratorio.
-ARTERIA. Usted habla del impacto positivo de los humanos en las ciudades y en los seres no humanos. ¿Eso cómo se conjuga con esta situación de la pandemia, pensando en que en algún momento deberíamos de salir de ella? ¿Ese impacto positivo sí puede ser posible?
-H.K.: Hay mucho discurso sobre la sostenibilidad y las ‘ciudades inteligentes’, las ‘smart cities’. La realidad, viendo las tendencias de urbanismo, obviamente, es distinta. Las ciudades son socialmente muy desiguales, económicamente muy injustas y, desde el punto de vista del ambiente, muy destructivas.
Entonces, todo ese proyecto de la ciudad del siglo pasado no es tan exitoso. Es exitoso para algunos, pero no para la mayoría. Hoy en día hablamos mucho de ese tema de la sostenibilidad, pero no hemos entendido muy bien a quién llegan esos beneficios. Muchas ciudades están logrando acceso a financiación de grandes organismos bilaterales con base en esos retos de sostenibilidad, pero los indicadores de las metas de sostenibilidad son muy abstractos. Hay que salir de esa abstracción y acercarse más a buscar ejemplos que permitan medir e lustrar de qué estamos hablando.
Por ejemplo, un mercado es algo muy concreto donde hay un tema social, ambiental y económico. También está el discurso de las ciudades en Colombia sobre las ‘smart cities’ con la digitalización. En la exposición presentamos que esa confianza en las tecnologías, solamente, no va a funcionar. En los reportes parece como si la transformación de las ciudades o las soluciones fueran digitales, con la inteligencia artificial, en lo virtual. En la exposición estamos compartiendo ejemplos del mundo análogo, el mundo actual.
El mundo digital y esas cosas de ‘smart cities’ son herramientas, pero no son el fin, porque, al final, no existe una ‘smart city’.Existen, tal vez, ciudadanos que son más o menos inteligentes, pero la ciudad, en sí, nunca es Smart. Por eso el concepto que estamos introduciendo en la exposición es el concepto de ‘care city’.
-ARTERIA: ¿De qué se trata?
-H.K.: Es ir de ‘smart city’ a ‘care city’. Algo mucho más basado en la solidaridad. Justamente, con la idea del imaginario estamos llegando al tema de una transformación.
La pandemia nos ha mostrado debilidades, no sólo en las áreas que desde el punto de vista europeo parecen estar en la periferia, sino también que la misma debilidad existe en muchas partes.
Por mucho tiempo Europa y Estados Unidos eran las áreas con más casos de Covid-19. Europa no sabía cómo resolver esos temas, como tampoco sabe cómo resolver el problema de la migración y de la inclusión. Durante esa pandemia la gente en el norte y en el occidente se ha dado cuenta de que tienen muchos más problemas que los que pensaban… no es que todo esté todo resuelto. Al contrario, esa “nueva normalidad”, yo creo que es, más bien, una cosa de una normalidad del mundo moderno.
Me refiero a la modernidad expresada en el arte, la arquitectura y en el pensamiento del humano de la persona moderna, de todo el modernismo. Nos estamos dando cuenta de que el modernismo no es un mundo limpio, perfecto, con casas blancas, con ángulos rectos, con personas bien vestidas, etc., sino que el mundo tiene que incluir en esa normalización la crisis, el caos, los problemas, las cosas que no nos gustan, porque eso también es la normalidad.
Llevo tiempo viviendo en Latinoamérica. Cuando voy a Europa para una charla, digo: "Nosotros en Latinoamérica vivimos la normalidad, ustedes en Viena viven en la excepción. Eso que existe ahí, en ciudades como Viena, no es normal”. Creo que darse cuenta de eso es muy importante y por eso estamos con Armando Silva en la intención de crear un nuevo imaginario, donde, tal vez, también hay que tener en cuenta a la gente que vive la calle, que disfrutan su vida de una manera distinta, que están en un ambiente de un urbanismo lejos de ser óptimo desde otras miradas.
Tal vez, tenemos que pensar en mejorar esas ciudades y abandonar la idea de que vamos a construir en un momento ciudades como las de la temporada posguerra en Suecia. Eso no es normal. Fue una condición particular en un momento, pero no es la solución. Tenemos que ver que hay temas que solo funcionan para un grupo pequeño que se pone cómodo, pero que tenemos que trabajar en soluciones que creen más sentido en el trabajo, más sentido en el uso de recursos, de energías; más sentido en qué hay que aprender, qué hay que hacer.
-ARTERIA: Lo que está planteando no tiene nada que ver con el sistema actual de la economía neoliberal.
-H.K.: No.
-ARTERIA: Parece todo lo contrario al sistema en el que estamos viviendo. Asuntos como, que hay unos cómodos con la situación... Pero es que esos cómodos manejan el sistema económico, manejan los bancos. La solidaridad no es lo más común en el mercado contemporáneo. Cuando los bancos se quiebran, los ciudadanos los salvan; cuando los ciudadanos no tienen dinero, pierden las casas. Es decir: es un sistema que promueve una ciudad como la que usted dice que no funciona.
-H.K.:Sí.
-ARTERIA: ¿cómo solucionar esto en medio de un sistema que promueve el hedonismo por el hedonismo, el consumo energético por el consumo energético?
-H.K.: Obviamente, hay personas que están pensando modelos alternos, también del Chicago School of Economy. Es muy claro que la cúpula de las personas más ricas ha ganado durante la pandemia como 40% más, mientras que la pobreza ha subido. Pero creo que es un tema que se puede resolver, por ejemplo, si los gobiernos, la gente y los países dicen: "Tenemos que hacer que esas grandes corporaciones y personas paguen impuestos". Como has escuchado, seguramente, hasta Biden lo ha dicho.
Tal vez no lo va a lograr hay mucha resistencia, pero las cosas sí están cambiándo. Poner impuestos sobre esas fortunas es algo muy normal, y creo que el momento está llegando. Hay mucha gente trabajando sobre el tema de todos los fondos que se han robado en Latinoamérica, en África, en todos esos países que existen ahorita, en los grandes países y en los fondos de inversiones. Pero hay que poner una transparencia sobre eso, y poner todo dentro del sistema.
Creo, de nuevo, poniendo esa situación en Colombia, con el estatus temporal de los refugiados que vienen de Venezuela, obviamente, alguien tiene que pagar para eso. Obviamente, los fondos que se han desviado en los países latinoamericanos, un continente que es muy rico de recursos de todo tipo, deberían identificarse y reinvertirse en esos temas. Claro, ese no es mi trabajo, pero hay que recordar que la economía no es una ley natural, no es una ciencia natural, sino una ciencia social y el imaginario,-de nuevo, uniéndome a las teorías de Armando Silva-, el imaginario puede reajustarse.
Creo al final, viendo ahorita también el tema climático y con la pandemia la gente sí está dándose cuenta de todo esto. En el sur el impacto del cambio climático es tan fuerte que la gente lo tiene más claro, pero ahora está llegando al continente europeo, al norte, y la gente está despertando y pensando cómo vamos a resolver esos temas. Esto no puede ser más un tema donde el beneficio es para unos pocos y el resto tiene que cargar con el peso. Tal vez, todavía no estamos listo, pero eso está por venir.