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'Habūb, escrituras de arena y agua', revela la unión entre el Sahara y el Amazonas

Con una puesta en escena en la que el público está en el escenario, en medio de sonido envolvente, música en vivo, imágenes, tecnología y artistas multidisciplinares, la obra Habūb, escrituras de arena y agua se presenta en el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella.

 


Vientos del Sahara llevan partículas al Amazonas. /cortesía.
Vientos del Sahara llevan partículas al Amazonas. /Cortesía.

RENATA RINCÓN

Periodista

Para ARTERIA


Habūb hace visible la conexión entre el desierto del Sahara y el Amazonas a través de una narración en la que se incluyen las voces de los pueblos indígenas de La Chorrera de la selva amazónica colombiana. Dicho sea de paso, La Chorrera llegó a ser famosa o, más bien, tristemente célebre, por la explotación de sus habitantes para la explotación del caucho de la Casa Arana, historia narrada en La Voragine, por José Eustasio Rivera.


Habūb está inspirada en los haboobs, las inmensas nubes de arena que viajan grandes distancias impulsadas por el viento, nace Habūb, escrituras de arena y agua. Un relato sobre las conexiones imperceptibles de nuestro planeta. Una metáfora representada en estas partículas viajeras que atraviesan el océano desde el Sahara para fertilizar el territorio amazónico y una invitación a conectar nuestras voces y entender las redes que dan vida a nuestro territorio.


Las funciones de Habūb serán del 28 al 31 de marzo en la Sala Fanny Mikey del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella. Hablamos con su directora, Carmen Gil Vrolijk.


¿Cómo es la puesta en escena de Habūb?

 

Habūb, escrituras de arena y agua, explora las posibilidades de las tecnologías para contar historias. Es una obra en un teatro, en un formato no tradicional, en el que el público no está sentado frente a un escenario sino que está adentro de un espacio en el que hay proyecciones en diferentes lugares, en el que utilizamos la tecnología, la voz, la imagen, la música para contar las historias. En este caso, es la historia de relaciones invisibles para los humanos, como la conexión entre el desierto del Sahara y el Amazonas. El Habūb es una tormenta de arena.


¿De dónde viene el nombre de Habūb?


Hab es la raíz árabe de Habūb y es una partícula muy pequeña y estas partículas tienen la capacidad de viajar miles de kilómetros del Sahara hasta el Amazonas para fertilizar la tierra. Para nosotros también es una forma de pensar todas las dinámicas y todas las voces que constituyen muchas historias.


Esta obra se presenta en el marco de los 100 años de La Vorágine y el colectivo La Quinta del Lobo nos asociamos el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella y la Universidad de los Andes, para hablar de esos lugares y esas voces que constituyen este relato de este lugar mágico.


¿Desde dónde cuentan esta historia?


Con La Quinta del Lobo empezamos a trabajar en el año 2010 y venimos de un trabajo muy grande de música, de visuales en vivo, mi pasado es de VJ. Y cuando empezamos, la idea era unir todos estos formatos. Para nosotros, las preguntas de la historia, de la vida cotidiana, están en todas partes. Y de pronto están en esas cosas invisibles como esa conexión.


Cuando empecé a pensar un poquito en cómo íbamos hablar del Amazonas al releer La Vorágine, cien años después, uno encuentra que es el primer relato de la selva. Es también el primer relato del extractivismo, de la explotación a las comunidades indígenas, es el origen de muchos males de nuestra era, de la minería ilegal. Pero estos relatos siempre han sido contados por voces blancas, por voces europeas, por voces de científicos, y tal vez en años más recientes se cuentan desde el mismo lugar.


Ustedes decidieron viajar al Amazonas…


Para nosotros era importante viajar al lugar, al territorio, y por eso fuimos a La Chorrera, Amazonas, para hablar con las comunidades sobrevivientes del genocidio y que nos contarán cuál es un poco su visión. Hicimos una investigación sobre su historia y cosmogonía para poder acercarnos a escuchar.


Porque a nosotros nos interesa la naturaleza, no somos nada sin la naturaleza y la idea nace de eso de darnos cuenta de qué las historias hay que contarlas porque estamos en un punto de casi no retorno, donde estamos acabando con el planeta.


Y creo que la sabiduría no solamente está en occidente, sino también está en esos otros lugares donde están los pueblos originarios y queremos oírlos, queremos aprender de ellos y sin apropiarnos de su estética ni de su memoria. Desde su lugar tratar de entender un poco cuál es su lugar, para ver si nosotros podemos conectarnos con eso.


¿Cómo fue el proceso para acercarse a ellos teniendo en cuenta esto que explica que la apropiación?


Cómo relacionarnos con ellos tal vez es una de las preguntas filosóficas más grandes que tenemos en La Quinta del Lobo. Somos unos artistas que podemos vernos como gente que ha ido a la universidad, que tiene poder para producir obras, estamos cerca de la tecnología, pero hay muchas cosas que desconocemos y yo creo que muchas veces dejamos de comunicarnos porque tenemos unos presupuestos, como que el otro no quiere hablar con nosotros, que nosotros no sabemos cómo aproximarnos… Yo creo que cuando esas barreras se rompen, uno encuentra gente generosa, gente dispuesta a compartir, gente dispuesta a enseñar y ese es el sentido.


¿Y cómo fue la aproximación a estos pueblos de La Chorrera?


Nosotros investigamos muy concienzudamente y nos asesoramos por especialistas para hacer una aproximación muy respetuosa a su palabra. En la academia a veces se piensa mucho que el conocimiento lo tenemos nosotros y justamente la pregunta al llegar a hablar con nuestros amigos fue decirles “nosotros venimos a escucharlos a ustedes porque queremos aprender y venimos con mucha humildad a entender cómo viven ustedes en este lugar que ha tenido tantas historias y tanta memoria”.


Creo que lo importante es también entender que hay unos lugares superiores en los que se encuentra una comunión con la naturaleza y con la misma humanidad y eso es lo que siento al leer este territorio, un territorio que tiene una carga y una memoria de un episodio muy violento de nuestra historia. Se nos dice mucho que el arte es hacer visible lo invisible y creo que ese es el sentido de la vida, pensar que hay muchas cosas que a nosotros se nos escapan muchas veces por estar en nuestra lógica.


Estuvieron en la selva del Amazonas, que, finalmente, es protagonista en Habūb Hoy día ¿cuál cree que es nuestra relación con la selva?


Para nosotros hay una imagen muy poderosa que cierra la obra y se llama la selva eterna. Y es esa pregunta de aquello que se escapa a la lógica humana, esos lugares donde existen unas dinámicas invisibles. Ellos hablan de los lugares y dicen “allá están los espíritus y allá no podemos entrar, nadie puede entrar”.


Allá está la magia y ellos se cubren con magia y nosotros en esta época del antropoceno creemos que el poder es nuestro y el poder no es nuestro. Nosotros hemos tenido el poder de destruir la naturaleza, hemos tenido el poder de explotar a los otros, hemos tenido el poder de extraer, pero eso es lo que está acabando poco a poco con la especie humana y con el mundo en este momento, la imposibilidad de entender al otro como persona y darle su lugar.


Entonces, ¿qué deberíamos aprender de la selva?


Lo que nos queda a nosotros es que ese lugar es la naturaleza y la selva es la naturaleza de la naturaleza, es el lugar que hace que este planeta respire, que el planeta tenga esas dinámicas invisibles. Todos los desórdenes que se dan en el planeta en este momento son porque todos los ciclos se han alterado, el ciclo del mar, el ciclo de la temperatura, el de las lluvias, y se han alterado por el humano. Es que hay algo más grande y nosotros somos una parte muy pequeñita, una partícula desde algo tan grande.


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