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La fotógrafa de Malí Fatoumata Diabaté estuvo con su estudio ambulante en Colombia

La fotógrafa Estuvo en Cali, Buenaventura y Bogotá.

Noviembre 7 de 2021

Fatoumata Diabaté, nacida en Malí en 1980, decidió un día, mientras estaba en Senegal, abrir un estudio de fotografía en la calle. Diabaté, una mujer negra, alta y delgada, es parte de una generación de profesionales de Malí que se dedicaron a la fotografía. También es una de las 10 mujeres creadoras de África Occidental reconocida por la Unesco.

Ella es heredera de los fotógrafos de su país que a principios de los 90 crearon un movimiento importante en Bamako, la capital, al punto que la ciudad se volvió el principal punto de encuentro de los fotógrafos de África. Fue una de las primeras mujeres en comenzar a estudiar en el Centre de Promoción de Formación Audiovisual – Femmes, Bamako, en 2002.

Diabaté ha participado cuatro veces en la Bienal de Fotografía de Bamako, ganó el Premio de la Juventud, en 2005 y, además, desde 2017 es presidenta de la Asociación de Mujeres Fotógrafas de Mali. Su obra ha sido objeto de varias exposiciones colectivas e individuales en Mali, su país de origen, y en otros como Inglaterra, España, Austria, Francia, China, Etiopía, Sudáfrica y Senegal. Hace pocos días estuvo en Colombia, durante su primer viaje por Latinoamérica, luego de que días atrás estuvo tomando fotos con su estudio móvil en la cumbre Fracia-África.

Este proyecto es una creación colaborativa entre ella, el curador Simon Njami, y la fundación Kitambo, que tiene como propósito desdibujar las barreras históricas, sociales y estéticas. La fotógrafa tomó fotos en Buenaventura, Cali y en Bogotá (en las afueras del Museo Nacional y en la Universidad Jorge Tadeo Lozano), en el marco de la celebración del año de la libertad y en el día de la diversidad étnica y cultural, organizado por el Ministerio de Cultura. El resultado de este paso por Colombia se evidenciará en tres exposiciones, cada una en las ciudades en las que se vivió esta experiencia

El estudio móvil

Si bien la carrera empezó trabajando con niños y jóvenes, desde el 2013 lleva su estudio móvil, una suerte de caseta que tiene telas por paredes y una mesa donde ubica todo tipo de prendas y accesorios de los años 60, 70 y 80, con los que viste a quienes va a fotografiar.

En su paso por el Museo Nacional, la gente hizo fila por casi más de media hora para tomarse una foto con Diabaté. Una acción que ha repetido también en numerosos eventos culturales y festivales como el de la Fundación Cartier en 2018, los Rencontres de la Photo d'Arles (Francia), en 2019 y la Sasion Afrique 2020-2021.

El curador Simon Njami, afirma que “el espacio público es un campo de experimentación que conduce a la exposición. Con ella el arte se hace público porque transforma a todos los protagonistas en actores de su propia vida. Así, el resultado ya no es algo externo, una operación que los objetive, sino una salida que les permite, a través de la ficción que ofrece la fotografía, ser ellos mismos creando una identidad que ya no es individual sino colectiva. Su acción es eminentemente política en el sentido de que suprime las distinciones sociales tradicionales para reencontrar otras formas de relación: la relación con el espacio, con uno mismo, con los demás”.

Diabaté explica que empezó a hacer esta acción por la admiración que sentía por una época que nunca vivió (años 60-80) y porque, curiosamente, le hacía falta, aunque no fuera la suya. “Fue como una nostalgia que me golpeó pasito a pasito, desde que vi el álbum de fotos de mis padres cuando ellos eran jóvenes y, también fotos antiguas tomadas en estudios de fotografía profesionales de esa época. Cuando la gente acudía a un estudio de fotografía, iba a inmortalizar un instante de su vida.

“En esa época, las fotos eran como postales que se enviaban para dar noticias a la familia, porque los que se tomaban las fotos era gente que iba de pueblos a trabajar a la capital, y se tomaban una foto para dar noticia de ellos con su imagen. La imagen explicaba mucho en esa época. Entonces esa nostalgia es lo que me ha llevado a este proyecto”.

Luego de la fotografía las personas deben esperar un poco para tener su impresión digital en sepia, lo que remarca el tema de lo antiguo. “Me dije: Bueno, los músicos pueden hacer música y espectáculos retro de los 50 60 y 80. ¿Porque nosotros los fotógrafos no podemos hacer algo así? Rápidamente vi que los accesorios, los vestidos y objetos de ambientación del estudio, las gafas, los sombreros, permitían recrear un ambiente cálido y lleno de nostalgia de ese tiempo, aunque hoy nos da risa, porque no es nuestra época”, dice la fotógrafa.

Ya son años en este plan de tomar fotos a personas anónimas que van por la calle o a personalidades públicas en distintos países. Pocos pensarían cuando a ven allí, que es posible recorrer el mundo con un estudio fotográfico a cuestas.

“Lo más importante que aprendí el valor de la expresión y de la creación libre. Esto me ha permitido romper barreras entre mi cultura y yo, y entre mis padres y yo. Entonces yo me considero ya una ciudadana del mundo. He conocido otras culturas diferentes a la mía y eso también ha hecho que quebremos algunos tabúes. Normalmente estamos un poco bloqueados encerrados en nosotros mismos mientras que salir hace que eso cambie. He aprendido mucho de la diversidad, de la diferencia”, explica.

Aún así, vive entre Francia y su país, que considera que es “el mejor del mundo. Tenemos muchos valores humanos, diversidad humana y hospitalidaridad. Hemos sabido crear un ambiente de parentesco. Por ejemplo, si tengo un apellido igual al de otra persona hacemos un juego que se puede poner serio: si estás muy enojado en alguna circunstancia solo quien tiene el mismo apellido te puede calmar, porque somos como primos, aunque no seamos nada. Eso nos ha permitido vivir juntos”.

Traducción de la entrevista: Natalia Santiesteban.

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