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Jessica Mitrani: la inmanencia de los sueños

La artista barranquillera Jessica Mitrani fue una de las ganadoras de la última convocatoria “Efectos Secundarios” del Museo de Arte Moderno de Bogotá, que expone su proyecto Soñé que el paisaje me miraba; una videoinstalación multicanal que fue filmada en Chía (Cundinamarca) durante la cuarentena.

Julio 29 de 2021

Por Eduardo Rodríguez*

Especial para ARTERIA


Sus obras mezclan teatro, cine, performance, video, literatura, fotografía, y sus temáticas varían desde el feminismo, la ecología, la ensoñación y la especulación. Actualmente Mitraniestá radicada en Nueva York y ha pasado por Colombia para el cierre de la muestra.

Para la exposición, Mitrani mezcla imágenes de ella cantando a un grupo de caballos o desprendiéndose de su cabello mientras lo entierra junto a un cuarzo. La artista edita y alterna estas imágenes con nuevas animaciones, como palmeras que caminan por la playa y rocas que respiran.

Eduardo Rodríguez: Cuéntanos una experiencia vivencial o formativa durante el tiempo en que viviste en Barranquilla.

Jessica Mitrani: Una de las experiencias que más recuerdo fue cuando todavía estaba estudiando Derecho en la Universidad del Norte y los artistas María Elvira Dieppa y Alfonso Suárez (1952-2020, famoso por un performance en el que “aparecía” a José Gregorio Hernández) pasaron por mi casa y me dijeron: 'tráete algo y vámonos hacer unas fotos en los manglares'. Yo cogí mi vestido de novia que no me lo había puesto desde el matrimonio y lo empacamos y nos desaparecimos por seis horas, y empezamos hacer estas fotos que luego llamamos La Novia del hombre rana. Este para mí ha sido uno de los momentos más interesantes en mi vida, porque fue de verdad un autorretrato de una criatura diferente que yo no había desarticulado hasta ese momento.

E.R. ¿Qué tal la experiencia de trabajar con Alfonso Suárez?

J.M. No podría decir trabajar, más bien fue un estar con Alfonso. Nosotros estábamos juntos y hacíamos cosas. Recuerdo que en ese entonces me hizo un sobre de su serie de ‘Arte postal’ y en la dirección me puso: Para: Jessica Grossman, Casa: Para una mujer descalza. Para aquella época yo utilizaba el apellido de mi papá en primer lugar y en la actualidad uso el materno.

E.R. El trabajo colaborativo con otros artistas ha sido una constante en tus proyectos ¿A qué obedece eso?

J.M. En la primera película que hice, en el año 2000, que se llama Rita va al supermercado, se involucraron varios artistas como Marco Mojica, Gustavo Turizo y María Elvira Dieppa. Es que el cine, por naturaleza, es un acto de colaboración. Yo siempre he estado en el borde de los medios… Entonces puedo decir que soy artista visual, que soy escritora, que hago montajes de teatro. En ese sentido, todos esos procesos desde el comienzo terminan vinculando a otra gente.

E.R. Tú has manifestado que algunos de tus proyectos tienen una fuerte influencia del surrealismo y de los lenguajes oníricos ¿Puedes mencionar dos o tres referentes de este movimiento que te hayan marcado y por qué?

J.M. Creo que te puedo hablar sobre modos de pensar que me hayan marcado. Un gran ejemplo puede ser la novela Orlando, de Virginia Woolfy la película basada en este libro dirigida por Sally Potter. Por esa misma época también está la película De eso no se habla, de María Luisa Bemberg.

Otro filme que te puedo mencionar, que me recomendó el cineasta Pacho Bottía, es Freaks, del director Tod Browning. Pero, para hablarte propiamente del surrealismo, debo mencionar a Marx Ernst y su novela ilustrada de collages Una semana de bondad.

Por último, me acabo de acordar que en la casa de mi abuelo materno tenían unos libros y un póster de Dalí. Mi abuelo era fanático de él, y de esa manera yo tuve acceso a esas imágenes a la edad de 15 años. Ese fue mi primer contacto inconsciente con el surrealismo.

E.R. ¿Me puedes contar que soñaste la última vez?

J.M. Tuve un sueño rarísimo… estaba en un quirófano y había un señor con el estómago abierto y un doctor lo estaba operando y yo me encontraba muy cerca, como de observadora, y después se apareció como un tipo de letrero blanco o valla publicitaria intermitente que decía “Inmanencia”, y, luego, di la vuelta y me encontraba lavando platos y disfrutando de las burbujas. Finalmente llegó una amiga y le terminé pidiendo disculpa por lo que estaba haciendo.

E.R. A propósito de sueños, ¿Cómo ha recibido el público tu reciente proyecto presentado en el Mambo que se titula Soñé que el paisaje me miraba, en colaboración con Alex Czetwertynski?

J.M. No sé, dime tu (risas). Haber trabajado con el equipo del museo ha sido maravilloso. El proceso fue muy bonito desde el principio hasta el final. He recibido comentarios muy positivos, pero uno como artista es el último en recibir las críticas.

E.R. En algunas declaraciones te has autodenominado como una contadora de historia ¿Cuál será la próxima que nos vas a contar?

J.M. Tengo dos cosas en mente. La primera es que voy a organizar una muestra para el próximo año en Nueva York con la curadora Natalia Brizuela, que tiene ver con las mareas feministas latinoamericanas a partir de los años 90. Lo segundo, más que una idea, es una oportunidad que voy a tener en un programa que se llama Princeton Atelier, en la Universidad de Princeton en donde voy a estar ‘tallereando’ con los estudiantes durante un semestre un tema libre, y estoy pensando en eso para sacarle mucho provecho a esa experiencia.

*Eduardo Rodríguez, Maestro en Artes plásticas y Visuales de la Universidad del Atlántico, con más de cinco años de experiencia en la gestión cultural de diferentes escenarios en procesos pedagógicos y comunitarios. Actualmente es el Coordinador del Departamento de Educación del Museo de Arte Moderno de Barranquilla y Miembro activo del Concejo Internacional de Museos ICOM y su comité de Educación y Acción Cultural CECA.

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