Febrero 19 de 2019
Fotos de gente real miran a los que pasan debajo del Metro de Medellín
Treinta y dos fotos en blanco y negro de tres metros de alto y de ancho de una columna del Metro de Medellín conforman la exposición ‘Identidades’, del reportero gráfico Julio César Herrera.
Noviembre 7 de 2019
Diego Guerrero
Editor
ARTERIA
MEDELLÍN
Debajo del viaducto del Metro de Medellín, entre las entradas de la estación Parque Berrío, la principal de ese sistema de transporte masivo, la vida fluye a una velocidad que escasamente entienden los que transitan y trabajan por ahí.
En una ciudad que siempre ha tenido un centro vibrante, lleno de comercio formal e informal, el viaducto protege del sol a los que van por la ciclorruta; los que venden blusas, carteras o dulces; los que pasan corriendo para consignar en los bancos, los que buscan las escaleras del Metro, los que parece que siempre han habitado ese lugar y que no van a ninguna parte.
Pero en medio de ese aparente caos, ‘recostados’ en las columnas que soportan el viaducto, unos rostros en blanco y negro miran hacia ese mundo multicolor. Son 32 imágenes de hombres, mujeres, niñas y niños de tres metros de alto, adheridas a las columnas grises, que fueron tomadas por el reportero gráfico Julio César Herrera durante recorridos por pueblos como Vigía del Fuerte, Ituango y La Ceja (en Antioquia) en Chocó y en Medellín.
Las fotografías que conforman la exposición ‘Identidades’ fueron hechas cuando era reportero de El Tiempo, en Medellín en los primeros años de este siglo y, luego, en el periódico El Colombiano –donde trabaja actualmente–. En su mayoría, son habitantes de municipios afectados por acciones de grupos armados al margen de la ley, lugares donde estos cometieron asesinatos y masacres. Pero sus retratos nada tienen que ver con eso.
“Todo el mundo dice que no quiere más guerra pero lo que mostramos es guerra, guerra, guerra… Por eso yo quise mostrar otras cosas. Es cierto que muchas de esas personas son víctimas, pero ellas no se quedan en eso, hacen otras cosas…”, dice Herrera.
Él no oculta cierto hartazgo en la constante presentación de imágenes de personas que sufren situaciones dolorosas de violencia, no porque esas situaciones no sucedan ni porque las quiera negar –explica– sino porque cree que omiten otras realidades de esas personas, pues recuerda que ellas, a pesar de todo, no son solamente víctimas, sino que “hacen otras cosas, buscan estar alegres”.
Los retratos, aparte de una indiscutible calidad técnica, muestran personas serenas, que parecen dueñas de sí, tranquilas o alegres. Algunas han vivido mucho y sus arrugas lo muestran. Otras apenas empiezan entre sonrisas, como varios niños embarrados de jugar; en una foto una mujer indígena camina entre la selva y en otra un relojero se ríe con su viejo monóculo puesto.
Todas son de gente sencilla, con ropa cotidiana, sin poses forzadas, con dignidad, y Herrera se sabe sus historias: la de los niños que saltan y miran felices a la cámara, la del señor que vivía debajo de un puente en Medellín, la del hombre con todos los años del mundo encima, vestido como un campesino 'paisa' con carriel y poncho…
“A mí me ofrecieron que expusiera estas fotos en un museo, pero yo no quise por dos razones: una porque los que están en las fotos son gente del pueblo y yo quería que las viera la gente común y corriente, porque a un museo, no nos digamos mentiras, no entra la gente de la calle. Ahí se iban a ver muy bonitas, pero la gente no la iba a ver como se ven debajo del Metro. Y porque aquí (en Medellín) hablan mucho de la ‘cultura ciudadana’ y yo quería ver también que tanto es eso si la gente las cuida o no”, dice.
Y la verdad, para llevar casi seis meses, están en muy buen estado. Algunas tienen unos faltantes, pequeños pedazos rasgados, lo que a Herrera no le molesta para nada, pues dice que es parte de que estén en la calle.
A los que habitan al lado de las fotos, como Yaír Gómez, que vende sombreros en el sector, les parece bien: “Me parece bonito. Es algo bacano. Estos son espacios grises que no se usan para nada y los podemos aprovechar para el arte. Eso se hace en muchas ciudades grandes”, dice.
‘Identidades’ fue posible por el apoyo del Metro y de El Colombiano y seguirá ahí, a la vista de todos, mostrando cómo es la gente común y corriente que habita el país, curtida por los años, llenas de esperanza… la que trabaja a pesar de otros pesares.