
Tres propuestas que mezclan arte y tatuaje
Esta semana, en Bogotá se pueden ver tres expresiones distintas de tatuaje: en Expoartesanias, en el Salón BAT y en la exposición 'Diatriba'.
Diciembre 12 de 2019
En una primera edición que se realizó en 2018, la exposición ‘Diatriba’ presentó el trabajo solo de dos artistas de tatuaje. Para este año, a través de una convocatoria, se sumaron 11 más, los cuales exponen su trabajo hasta el 14 de diciembre, en Estudio 74, en Bogotá.
Miguel Bautista y Helmuth Sanabria crearon este evento, que tiene como objetivo dignificar el oficio del tatuaje como arte.
“Ahora, cualquiera compra una máquina y es tatuador, pues hacen tatuajes en el patio de la casa, sin pagar arriendo ni impuestos. La consecuencia es que bajan los precios y la calidad. Entonces, queremos mostrar que un tatuador no es solo una máquina, sino que debe tener estudio, un trabajo artístico, no solo calcar sino crear y pintar”, expresa Bautista.
Para la muestra, cada uno de los artistas participantes, entre ellos el chileno David Jorquera y el mexicano Federico Ortiz, recibió la figura de un torso de mujer (hecho en yeso) para que plasmara allí su trabajo, de forma libre. A partir de esas piezas, los artistas crearon varias pinturas.
“Llamamos a los artistas ‘necromantes’, palabra usada para referirse a una especie de reunión de brujas en la que se usaban los cadáveres para hacer magia y rituales. Acá, nosotros los tatuadores usamos el cuerpo para nuestro trabajo”, cuenta Bautista.
La muestra también tendrá performances y un conversatorio a cargo de los participantes, que se realizará el 13 de diciembre.
“La mayoría de artistas presentes en la exposición son empíricos, pero también hay algunos artistas plásticos. Va a ser una conversación un poco difícil, porque hay muchas personas, incluso algunos de los mismos artistas de ‘Diatriba’, que dicen que el tatuaje no es un arte”, señala Bautista.
Para este tatuador, el tatuaje es más que un oficio, pues “la gente busca una obra de arte, es más que simplemente calcar y pegar lo que el cliente te dice, sino intervenir el cuerpo en la manera que tú quieres. Muchos clientes no nos dicen lo que quieren, sino que nos dan la libertad de intervenirles el cuerpo como si fuera un lienzo blanco”, manifiesta Bautista.
Por último, ‘Diatriba’ también hace una crítica a las redes sociales, pues ahora, según Bautista, los usuarios valoran la calidad de un tatuador por la cantidad de likes (me gusta) que reciben sus publicaciones y no por cómo hacen su trabajo.
Tatuaje, en el Salón BAT
Hace dos años, la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios fue clave para que la convocatoria del VI Salón BAT de Arte Popular llegara a los 138 centros carcelarios del país, con el fin de hacer visible el trabajo artístico hecho por las personas privadas de la libertad.
Cuando Astrid Estrada, madre de Joan Martínez (quien en ese momento era recluso de la cárcel La Modelo, en Bogotá) supo de la convocatoria, postuló el trabajo que este había hecho como tatuador al interior del centro de reclusión.
“Él me dijo: eso para qué, si igual estoy acá en estas cuatro paredes. Entonces, yo hice toda la gestión y lo escogieron”, cuenta.
El trabajo de Martínez consiste en tres tatuajes que realizó mientras estaba en La Modelo (dos son tribales y uno una calavera) y que pudo realizar con una máquina profesional y tintas que le permitieron ingresar, con el compromiso de “responsabilizarse”, como cuenta Estrada, por las agujas usadas para hacer los tatuajes.
En una llamada, desde la cárcel La Colonia, ubicada en Acacias (Meta) a donde fue trasladado, Martínez cuenta que “el tatuaje es algo que me apasiona. Aprendí a tatuar hace ocho años, empíricamente”.
Su mamá cuenta que, pese a que ahora su hijo no puede tatuar en la cárcel (en La Colonia no le permitieron ingresar el equipo para tatuar debido a que por las temperaturas en esa zona y la alta presencia de insectos los tatuajes podrían infectarse fácilmente), él se siente feliz porque su obra está siendo exhibida y vista por el público.
Estrada recuerda que su hijo aprendió a tatuar con un amigo, pero que desde que era pequeño vio que en un futuro se dedicaría a alguna actividad similar. “Yo le compraba 'muñequitos' de Dragon Ball y él los dibujaba, hacía ‘mamarrachos’. Más adelante, le compraba las películas y al verlas, él dibujaba. Así fue perfeccionando su dibujo”, relata.
Esta obra se podrá ver hasta el 18 de enero de 2020, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, como parte del Gran Salón BAT de Arte Popular 2019.
Arte marroquí
En Expoartesanías 2019, evento que se realiza en Corferias hasta el 17 de diciembre, Marruecos es el país invitado.
En el segundo piso del pabellón ocho, en medio de un escenario que recrea un desierto marroquí, Wafae Allali, quien proviene de la ciudad de Fez, ofrece tatuajes que hace con henna, un tinte natural.
Esta tatuadora de 28 años, cuenta que estos tatuajes se hacen luego de mezclar la henna en polvo, que proviene de una planta, con agua. “Se forma una masa, que se pone en una jeringa. Luego, se hacen los dibujos en el dorso de las manos, que normalmente consisten en flores. En la cultura marroquí no hay símbolos, solo motivos arabescos”, cuenta Allali, quien se dedica a este oficio desde hace 14 años.
En Marruecos, estos tatuajes se realizan cuando las mujeres se van a casar o cuando están embarazadas.
“Antes del día del matrimonio, hay una noche de henna, en la que está solo la familia de la novia. Para una mujer embarazada es como el baby shower de la cultura occidental”, dice Allali, quien viajo desde Marruecos para estar en Expoartesanías, debido a que su trabajo es minucioso, como ella misma explica.
Esta artista estará hasta el 17 de diciembre, en Corferias, realizando estos tatuajes temporales, los cuales duran en la piel una semana.