Febrero 19 de 2019
Baiuca, música electrónica con sabor a Galicia
El músico gallego Baiuca se presentó en Bogotá y busca sonidos en San Basilio de Palenque (Colombia), fundado por hombres y mujeres que huyeron de la esclavitud colonial y conocido por ser el primer pueblo libre de América.
Septiembre 27 de 2021
Nacido en Galicia (España), tiene dos producciones de música electrónica. /Diego Guerrero-ARTERIA.
Nacido en Galicia (España), tiene dos producciones de música electrónica. /Diego Guerrero-ARTERIA.
DIEGO GUERRERO
Editor
ARTERIA
En una zona rural de Galicia, hubo hace tiempo una taberna –una baiuca, en gallego– que, al parecer, un día estuvo ubicada en la casa de los abuelos del músico y productor Alejandro Guillén.
En Catoira, un pueblo de poco más de tres mil gallegos, a unos 90 kilómetros de Finisterra, donde los romanos pensaban que era el fin del mundo, vio la luz Baiuca, que es el nombre del Guillén artista.
Un nombre que es un elogio a sus raíces. Porque él deja entrever que antes que español (y sin desmedro de ello) es de Galicia, y antes que de Galicia es de Catoira, por los mismos motivos que cuando está al frente del público en esa mesa donde hace su magia, no es más Alejandro Guillén sino Baiuca.
Con una cara de joven que no dice una maldición, que si se quita la barba parecería un seminarista camino de Santiago de Compostela (queda cerca de su casa paterna), Baiuca resulta ser un músico contemporáneo que ha sabido mezclar músicas antiguas de su región con beats de la electrónica.
El resultado es una combinación atrapante que se dejó oír hace poco por Bogotá, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán (en uno de los pocos conciertos que buscaba reactivar este mundo cuasimoribundo de pandemia eterna).
Pero de los 2.600 metros andinos ha ido a parar a escasos 100 metros sobre el nivel del mar, a San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América (Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad), fundado sobre luchas, traiciones y muertes a partir de que un día un hombre negro (qué en Colombia decir negro está más que bien), Benkos Biohó, dijo un día que ya estaba bien de ser esclavos.
Ubicado a 50 kilómetros de Cartagena de Indias, desde los años 1.600 (parafraseando a Joe Arroyo) la música ha sido un poder importante para los de allí, que acompaña ritos, celebraciones y tristezas con diferentes ritmos. Y de ese poder, Baiuca se quiere nutrir.
Así, viajó acompañado de los colombianos Julián Salazar y Franklin Tejedor, del proyecto Mitú, quienes comparten con el gallego su afán por crear música electrónica a partir de la música de las raíces.
En su caso, este gallego ha buscado en sus ancestros para dar otro paso: “Las tradiciones (en Galicia) están vivas, pero yo no reproduzco la música popular, sino que quiero pillar elementos de ella. No es lo mismo”, dice, al señalar que no ha inventado nada porque “cada vez hay más gente que va a las raíces”, aclara: “Yo quiero tener la raíz y llevarla al futuro”.
Para entender esto hay que mirar un poco su origen, que no es cualquiera, porque ser gallego implica una cultura propia, una lengua propia, una forma de ser en un país compuesto por autonomías que tuvo un pasado en el que unas regiones avasallaban otras, como en el caso de Galicia que fue incorporada a León y, luego, a Castilla. Por eso es entendible que en su música la raíz musical de su región sea importante en su producción y en sí mismo.
“Sin ser radical –uno no tiene que ser extremo– pero el lugar te da una herencia. Mi casa no es de músicos. Pero es muy habitual que allí (en su pueblo) la gente después de comer se ponga a cantar.
"Hay gente que crece con Bob Dylan en casa todo el día… pues yo tenía discos de música gallega. Y me empezó a apasionar. En los 90 hubo un momento fuerte de ciertas bandas gallegas en su plenitud y creo que eso me llevó un poco a querer dedicarme a la música”, cuenta Baiuca.
Pero ser músico hoy, cuando no hay, digamos, miles sino millones dedicados a ese arte, es un reto. Y hay que reconocerlo, se debe ser atrevido para decidirse a hacer música electrónica basada en ritmos gallegos.
“Hoy en día, cualquier cosa es buscarte la vida. Crecí con máquinas (para hacer música electrónica) en mi adolescencia, pero venía de tocar la gaita, el clarinete; de formar parte de grupos folclóricos de mi pueblo, de compartir con otras bandas a los 18 años y todo eso ha sido aprendizaje”, cuenta.
No sobra recordar que la cultura gallega parece tener una fuerte influencia celta en danzas y sonidos (no en vano la gaita es muy similar a la escocesa) por un tema que, para los que viven en América, podría ser una curiosidad, pues pocos imaginaríamos que hubo celtas asentados en ese pedazo del ‘fin del mundo’, cosa que todavía está por esclarecerse.
El caso es que Baiuca se decidió a subirse al vertiginoso bus de la música electrónica que viaja sin paradas fijas, Consejería Cultural de la Embajada de España, la Gerencia de Música de IDARTES, AECID y AIE - Sociedad de Artistas, Intérpretes y Ejecutantes.
“Si estoy aquí y no está otro es, tal vez, porque me atreví –dice Baiuca–. Cuando empecé con el proyecto conocí gente que me decía:
–‘Ostra’, pero yo siempre quise hacer eso que hiciste tú. ¡Lo tuve en la cabeza un montón de tiempo!
–Vale, no lo hiciste… –se responde en esta historia el músico, y continúa: “Yo no tengo la patente de esa mezcla electrónica y música gallega, pero sí que me atreví a hacerlo, y conectó con la gente”.
Lo cierto es que para el que no sabe que es gallego, es natural que en sus producciones Solpor(crepúsculo) y Embruxo (embrujo) noten una música electrónica diferente, con raíces de alguna parte. Vale decir que, en el primero de ellos, las marimbas y los cantos recuerdan en algo a la música del Pacífico colombiano. Eso sí, hay que decir que, en algunas ocasiones, Baiuca lanza un aturxo, que es un grito con el que finalizan algunas canciones típicas gallegas.
Por otro lado, no es necesario recordar que en todos los pueblos del mundo hay cantos alegres y fúnebres; ritos, celebraciones; que las mujeres en buena parte son las voces cantantes y que oír estas expresiones era muy común hasta antes de que el mundo digital globalizó el sonido.
Pero, al final, en todas partes la gente ríe y llora; celebra y sufre; lucha contra fuerzas y, a veces gana y, en las más, pierde, y todo eso queda registrado en la música. Por eso, no resulta descabellado pensar en que Baiuca, acostumbrado a escarbar en sus sonidos ancestrales podrá conectarse a su manera con el espíritu palenquero que –no está de más decirlo– incluso para la mayoría de los colombianos es un misterio. Oiremos que sale de su viaje.